The Savage Eye (1960)

“The Savage Eye” no es un thriller convencional, ni siquiera se le puede considerar un drama romántico en el sentido tradicional. Es, ante todo, una experiencia sensorial, una inmersión profunda en la atmósfera de Los Ángeles de finales de los años 50, una mirada fragmentada y, a menudo inquietante, a la vida cotidiana y a las miradas que la componen. Mike Leigh ha logrado, con una maestría impresionante, evocar la sensación palpable de una ciudad en plena transformación, un crisol de sueños y frustraciones, de belleza y desolación. El film, filmado con una estética que recuerda fuertemente al *cinéma verité*, se aleja de la dirección artística pulida y la narrativa lineal para concentrarse en la autenticidad de la experiencia, transmitiendo una sensación de realidad cruda e inmaculada.

La película sigue a Carole Jacobs, una mujer divorciada que se ha mudado a Los Ángeles buscando una nueva vida y una nueva pareja. Sin embargo, su búsqueda se ve interrumpida por una serie de encuentros extraños y perturbadores, alimentados por las miradas intensas y penetrantes de extraños que la observan en la calle. Estos encuentros, lejos de ser amenazantes, son más bien desconcertantes y evocan un sentimiento de vulnerabilidad y de ser un objeto de observación constante. La dirección de Leigh es impecable en la forma de plasmar estas miradas, utilizando el encuadre, el movimiento de la cámara y el sonido para crear una atmósfera de tensión y de inquietud sutil. La cámara no juzga; simplemente observa, reflejando la mirada del espectador.

Las actuaciones son excepcionales, con una Helen Mirren que ofrece una interpretación magistral de Carole Jacobs. Su Carole es una mujer sensible, insegura y ligeramente alienada, y Mirren la retrata con una sutileza y una profundidad impresionantes. La química entre ella y el actor que interpreta a su nuevo compañero, Bill, es palpable y añade otra capa de complejidad a la historia. Sin embargo, la película no se centra únicamente en la relación romántica. Los secundarios, incluso aquellos con roles menores, están increíblemente bien interpretados, contribuyendo a la autenticidad y la vitalidad de la película. No es una exageración decir que cada personaje tiene su propia historia que se refleja en sus gestos y expresiones.

El guion, escrito por Leigh y Nick Stoller, es deliberadamente minimalista, evitando explicaciones y resumiendo la narrativa a través de escenas cortas y observaciones. Esta aproximación, aunque a veces puede resultar un poco lenta para algunos espectadores, es esencial para la atmósfera que Leigh busca crear. La película no busca proporcionar respuestas fáciles; más bien, invita a la reflexión sobre la naturaleza de la mirada, el significado de la conexión humana y la dificultad de encontrar un lugar en el mundo. Es una película que se queda con el espectador mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar. “The Savage Eye” es un ejercicio de observación social y un recordatorio de la complejidad y la belleza de la vida cotidiana.

Nota: 8/10