The Skeptic (2009)

“The Skeptic” no es, sin duda, el terror más visceral o el thriller más trepidante del género, pero sí logra una atmósfera inquietante y perturbadora que se aferra a la mente del espectador con una sutileza que, a primera vista, podría pasar desapercibida. La película, dirigida por Justin Donagley, se centra en la disrupción de la vida de Bryan Becket, un abogado escéptico que, a pesar de su racionalidad, se ve confrontado a lo inexplicablemente paranormal tras la inesperada herencia de su tía lejana. La premisa, aunque relativamente sencilla, sirve como trampolín para una exploración de la percepción de la realidad y los límites de la duda.

La dirección de Donagley es notable por su enfoque en la construcción de la tensión. El ritmo es deliberadamente pausado, dejando que la atmósfera opresiva se filtre gradualmente. No hay sustos fáciles ni efectos especiales ostentosos; en cambio, se juega con la iluminación, los espacios cerrados y los sonidos sutiles para crear una sensación constante de incomodidad. La película se beneficia de un encuadre preciso y de una paleta de colores apagados que contribuyen a la sensación de desasosiego. Sin embargo, la lentitud podría resultar un obstáculo para algunos espectadores, que prefieran un desarrollo más dinámico de la trama.

El actor Ben Foster, en el papel de Bryan Becket, ofrece una actuación sólida y matizada. Captura a la perfección la incredulidad y la frustración del personaje, cuya lógica se ve desafiada por eventos que desafían cualquier explicación racional. Su interpretación es, a la vez, convincente y ligeramente cínica, lo que le permite mantener al espectador enganchado a sus decisiones y a su constante intento de desmentir lo que le ocurre. La química entre Foster y el resto del elenco, en particular con el también competente David Gyere como el Dr. Koven, es palpable y añade profundidad a la narrativa.

El guion, escrito por Donagley y Mark Duplass, es donde reside la mayor fortaleza de la película. Evita los clichés del género y explora conceptos filosóficos relacionados con la percepción de la realidad y la naturaleza del miedo. La voz en off de Becket, narrando sus dudas y sus intentos de racionalizar lo inexplicable, funciona particularmente bien, permitiendo al espectador cuestionar junto con el protagonista la veracidad de lo que ve. Si bien la trama avanza de forma lenta, cada escena se construye con cuidado, ofreciendo pistas sutiles y dejando al espectador con más preguntas que respuestas. La película no ofrece soluciones fáciles ni explicaciones definitivas, lo que la convierte en una experiencia contemplativa y perturbadora. El final, en particular, es abierto a la interpretación y obliga al espectador a reflexionar sobre la naturaleza de la realidad.

Nota: 7/10