The Slammin' Salmon (2009)

“The Slammin’ Salmon” es un ejercicio de tono y, admito, de pura audacia. El director, James Lindo, nos presenta a Duncan Duncan, un hombre que, tras una carrera en el boxeo brutal y deshonrosa, ha decidido canalizar su agresividad en la hostelería, inaugurando un restaurante de Miami. La premisa, una competición entre camareros donde el premio es $10,000 y la derrota implica recibir un castigo físico por parte del propio Cleon “Slammin’ Salmon”, es decididamente extraña, pero el resultado final es sorprendentemente entretenido. Lindo no intenta esconder la locura de la idea, sino que la abraza con una naturalidad que, a pesar de ser un poco exagerada, funciona de manera efectiva.

Duncan Duncan, interpretado magistralmente por Duncan Duncan (sí, el nombre del actor y del personaje coinciden), es un hombre con una presencia imponente. Su mirada, su postura, su voz... todo evoca una mezcla de peligro y arrepentimiento. Duncan Duncan transmite una complejidad interna muy interesante; no es simplemente un villano cruel, sino un hombre consumido por su pasado y con una necesidad desesperada de sentirse, aún más allá de las ganancias económicas, importante. El resto del reparto, con personajes secundarios que van desde un jefe de cocina sarcástico hasta una camarera con aspiraciones de cantante, complementa bien este mundo particular. No se espera una profundidad psicológica de estos personajes, lo cual es acertado considerando el enfoque de la película.

El guion de Stephen Byron es la pieza más discutible de “The Slammin’ Salmon”. Es directo, sin complicaciones y, a veces, un poco tosco. El humor es principalmente físico y visual, basado en las situaciones grotescas que se desarrollan. Sin embargo, la película logra mantener el interés gracias a su ritmo trepidante y a la tensión constante que se genera a medida que avanza la noche. Hay momentos brillantes de humor negro y situaciones absurdas que se recuerdan con facilidad. El guion, si bien no es innovador, cumple su cometido de llevar la historia hacia un clímax explosivo y, en última instancia, satisfactorio. No se preocupa por ofrecer una reflexión profunda, y eso es precisamente lo que la hace tan atractiva.

La dirección de Lindo es sólida, con un manejo del suspense y el ritmo que mantiene al espectador enganchado. La filmación, con una paleta de colores vibrantes y una fotografía que captura la esencia de Miami, añade a la atmósfera particular de la película. La coreografía de las escenas de lucha, aunque exageradas, es visualmente impactante y bien ejecutada. El diseño de sonido contribuye a crear una atmósfera tensa y divertida a la vez. Es importante destacar el uso de la música, que acompaña perfectamente la acción y contribuye a establecer el tono de la película. La película no intenta ser una obra maestra cinematográfica; se trata de un entretenimiento puro y directo, y lo logra con éxito. Es un ejemplo de cine que, en lugar de ser ingenioso, apuesta por la exageración y la diversión.

Nota: 6/10