Las desapariciones (2024)

“Las Desapariciones”, la reciente película de Juan Antonio Ortiz, es un descenso pausado y aterrador a la vez, un thriller rural que se adentra en la psique de un pueblo marcado por el trauma y la superstición. Más que un simple relato de monstruos y desapariciones, la película explora la fragilidad de la memoria colectiva y la forma en que el miedo puede manipular y corromper una comunidad. Ortiz consigue, con una dirección precisa y metódica, crear una atmósfera de constante incomodidad, una sensación visceral de que algo siniestro acecha justo debajo de la superficie. La película no busca la espectacularidad gore, sino que se centra en la construcción de la tensión y el suspense psicológico, elementos que, en mi opinión, son manejados con maestría.

El guion, adaptado de la novela homónima de Paco Ignacio Taibo II, es la piedra angular de la película. A pesar de algunas tramas secundarias que, en ciertos momentos, diluyen el foco principal, la historia central -el intento de desentrañar los misterios detrás de las desapariciones- es sólida y fascinante. Ortiz se permite, con una libertad admirable, jugar con el tiempo y la perspectiva, presentando fragmentos de recuerdos y testimonios que se entrelazan de manera inquietante. El ritmo, deliberadamente lento, es crucial para generar la sensación de incertidumbre y parálisis que impregna la trama. La película no da respuestas fáciles, dejando al espectador con más preguntas que certezas, lo cual es, en mi opinión, una de sus mayores virtudes.

Las actuaciones son particularmente destacadas. Sergi Pujol, como el detective investigador, transmite una honestidad y un desasosiego genuinos, que hacen que sus dudas y frustraciones sean palpables. Yago Gurruchaga, por su parte, ofrece una interpretación particularmente brillante como el anciano del pueblo, un personaje que es, a la vez, un guardián del pasado y un elemento fundamental en la revelación de la verdad. El resto del elenco secundario cumple a la perfección, dotando de autenticidad a los personajes que pueblan el pequeño pueblo. Sin embargo, es la interpretación de Gurruchaga la que más perdura en la memoria, transformando al personaje en una figura inolvidable y perturbadora.

La cinematografía, con una paleta de colores apagados y una utilización efectiva de la luz y la sombra, contribuye significativamente a la atmósfera sombría y opresiva de la película. Los planos largos, con encuadres que exploran los paisajes desolados y los rostros atormentados de los personajes, refuerzan la sensación de aislamiento y vulnerabilidad. La banda sonora, minimalista y perturbadora, actúa como un elemento narrativo secundario, intensificando la sensación de inquietud y premonición. “Las Desapariciones” no es una película fácil de ver, pero es una experiencia cinematográfica profundamente impactante y memorable. Un estudio de personajes, de memoria y de los oscuros rincones de la psique humana.

Nota: 8/10