La matanza de Texas (1974)

“La matanza de Texas” (Texas Chain Saw Massacre, 1974) no es simplemente una película de terror; es un artefacto cultural que ha permeado la cultura popular hasta el punto de ser casi un cliché. Sin embargo, después de verla con una mirada más atenta y crítica, la película se revela como una obra maestra inquietante que, a pesar de su aparente simplicidad, explora temas de violencia, locura y la pérdida de la inocencia con una eficacia sorprendente. La película, dirigida magistralmente por Tobe Hooper, no se enfoca en gore explícito, sino en crear una atmósfera de paranoia y claustrofobia que se instala en el espectador desde el primer momento.

La dirección de Hooper es, sin duda, la fuerza motriz de la película. Logra construir una tensión palpable, utilizando una narrativa no lineal y momentos de suspensión que, en lugar de contar la historia de forma directa, la revelan fragmentada y perturbadora. El uso de la cámara, a menudo colocada en ángulos bajos y con movimientos bruscos, contribuye a la sensación de vulnerabilidad que experimentan los jóvenes. Hooper evita la glorificación de la violencia, presentando los asesinatos como actos aleatorios y brutales, sin buscar un espectáculo. La película es, en esencia, un estudio de la reacción humana ante el horror.

Las actuaciones son sobresalientes, especialmente la de Gunnar Hansen como Leatherface. Su interpretación es un equilibrio entre la máscara imponente y la expresión perturbadora que transmite a través de sus ojos. No se trata de un villano caricaturesco, sino de un ser deformado por la locura, cuya frialdad y brutalidad son inquietantes. Los otros jóvenes, interpretados por Nancy Neil, Marilyn Ladd, Kate Massey y Pancho McGuffin, también cumplen con creces, capturando la inocencia perdida de aquellos que se enfrentan a un horror inimaginable. Cada uno de ellos reacciona a la tragedia de manera única y creíble, lo que añade una capa de realismo a la situación.

El guion, aunque conciso, es efectivo. Se centra en la creación de un ambiente de tensión y terror psicológico. La trama, con sus elementos de improvisación y errores del personaje, funciona porque la película se basa en la experiencia del espectador, haciendo que se sienta parte de la situación. No hay explicaciones elaboradas ni justificaciones, lo que refuerza la sensación de que lo que se está viendo es algo real y aterrador. La decisión de rodar con errores de actuación en el original, que luego fueron editados para la versión restaurada, es una estrategia brillante que contribuye a la inmediatez y la sensación de que la película está sucediendo en tiempo real. Es una de las primeras, y quizás más influyentes, películas en utilizar este recurso.

En definitiva, “La matanza de Texas” es mucho más que un simple slasher. Es una película que ha resistido el paso del tiempo gracias a su capacidad para generar miedo y una atmósfera de horror perturbador. Es una obra fundamental del género y un ejemplo perfecto de cómo crear un terror efectivo sin depender de la violencia gratuita. La película, con sus recursos técnicos y narrativos, permanece como un testimonio inquietante de la fragilidad de la vida y la oscuridad que puede esconderse tras la fachada de la normalidad.

Nota: 8.5/10