The Throne (2015)

“The Throne” (El Trono) es una película que no intenta ser entretenimiento ligero, sino una inmersión oscura y perturbadora en los meandros de la ambición, el poder y la brutalidad inherente al gobierno en la Corea del siglo XVIII. Dirigida con una meticulosa atención al detalle y una atmósfera opresiva, la película de director Kim Jee-woon se erige como una experiencia cinematográfica desafiante, que requiere paciencia y una cierta predisposición a la introspección.

La película se centra en el rey Yeongjo, interpretado magistralmente por Song Kang-ho, un actor conocido por su capacidad para evocar una complejidad emocional en personajes aparentemente inescrutables. Song Kang-ho ofrece una actuación sublime, transmitiendo con notable sutileza la tormenta interna del rey: la culpa, el miedo, la desesperación y, en última instancia, la crueldad que le permite perpetrar un acto que marcará para siempre la historia de la dinastía Joseon. No se trata de un villano caricaturesco, sino de un hombre atormentado por su propio pasado y por la certeza de que su reino necesita un gobernante fuerte, incluso si ese gobernante es su propio hijo. La dirección de Kim Jee-woon logra, sin caer en la voyeurismo, que el espectador se identifique, de manera inquietante, con la lógica retorcida del rey.

La película, sin embargo, no se limita a mostrar la perspectiva del rey. La segunda mitad de la obra se centra en la perspectiva del príncipe heredero Sado, interpretado con una vulnerabilidad desgarradora por Lee Jung-jae. Este personaje, inicialmente presentado como un joven inepto y mimado, se transforma a lo largo de la narrativa en una figura de profunda soledad y angustia. La película explora el aislamiento y la degradación física y mental a las que es sometido Sado, mostrando con horror la pérdida gradual de su humanidad. La fotografía, con predominio de tonos apagados y sombríos, acentúa esta sensación de opresión y desesperanza. Los efectos visuales, aunque mínimos, son utilizados con precisión para ilustrar el deterioro del príncipe, siendo particularmente impactante la representación de la caja, un espacio claustrofóbico que simboliza tanto la prisión física como la emocional.

El guion, escrito por Kim Jin-mok, se caracteriza por su lentitud deliberada y su enfoque en la psicología de los personajes. La película sacrifica el ritmo vertiginoso de la acción por la profundidad con la que se explora el estado mental de sus protagonistas. A pesar de la lentitud, la historia se desarrolla de forma natural y convincente, centrándose en los pequeños detalles y en el lenguaje corporal para comunicar los sentimientos y las motivaciones de cada personaje. Sin embargo, la duración de la película, que supera las tres horas, puede resultar un obstáculo para algunos espectadores. La trama es rica en simbolismos y referencias históricas, aunque no todas son fácilmente comprensibles sin un conocimiento previo de la época y la cultura coreana.

En definitiva, “The Throne” es una película de gran ambición y profundidad, que ofrece una visión oscura y perturbadora del poder y la familia real coreana. No es una película para todos, pero para aquellos que aprecien el cine que desafía y que provoca la reflexión, “The Throne” es una experiencia inolvidable.

Nota: 8/10