The Witch: Part 1 - The Subversion (2018)

“The Witch: Part 1 - The Subversion” es una película que se instala en la piel, no solo por su atmósfera opresiva y su factura visual impecable, sino también por la inquietud persistente que genera. Robert Eggers, tras “The Lighthouse”, demuestra una vez más su habilidad para construir mundos paralelos, una realidad gélida y medieval que desafía las expectativas y se adhiere a las convenciones de la época. Más allá de la mera trama de una joven con amnesia, la película es un estudio sobre la fe, el miedo y la deshumanización, envuelto en una narración que se revelan lentamente, como la aparición de una sombra en la noche.

El guion, adaptado de un folclore americano, es deliberadamente lento y ambiguo. No se ofrece explicación fácil ni resolución apresurada. La película se basa en la sugestión, en la insinuación, y en la creación de un sentido de pavor crudo e inminente. La diálogos son breves y, en su mayoría, en inglés arcaico, lo que contribuye a la inmersión total en el universo de la película. Eggers se aleja de las tramas de “thriller” habituales, enfocándose en la lenta erosión de la cordura y la ruptura del vínculo familiar. La falta de información explícita es, en mi opinión, el punto fuerte de la película, ya que permite que el espectador se sienta como un forastero en ese mundo, presenciando los horrores con el mismo asombro y temor que los personajes. La subversión, como indica el título, no es solo una estrategia narrativa, sino una crítica al dogma religioso y a la idea de una moralidad inmaculada.

Las actuaciones son excepcionales. Anya Taylor-Joy, en su papel de Thomasin, es el corazón palpitante de la película. Su interpretación es sutil y poderosa, transmitiendo con honestidad la confusión, el miedo y la creciente desesperación de una joven que se ve arrastrada por eventos que no comprende. El resto del elenco, protagonizado por Ralph Ineson y Kate Dickie, ofrece interpretaciones igualmente sólidas, dotando a los personajes de una humanidad vulnerable y a la vez amenazante. La dinámica familiar, inicialmente aparente, se desmorona gradualmente, mostrando el horror de la pérdida de la inocencia y la fragilidad de las relaciones.

La dirección de fotografía de Lucas Grotti, con su paleta de colores fríos y apagados, recuerda a las pinturas de Bruegel el Viejo. La puesta en escena, meticulosamente elaborada, con su vestuario, su decoración y su música, contribuye a la atmósfera de autenticidad y a la sensación de estar en un lugar y una época distintos. El uso del sonido es magistral, con el viento, el crujir de la madera, y los cantos guturales que acompañan al coro satánico, creando un impacto auditivo que se queda grabado en la memoria. “The Witch” es, en definitiva, una experiencia cinematográfica inquietante, reflexiva y profundamente perturbadora. No es una película para todos los públicos, pero aquellos que se atreven a sumergirse en su oscuridad descubrirán una obra maestra del terror psicológico.

Nota: 8.5/10