Thérèse D (2012)

“Thérèse D.”, la nueva película de Claire Denis, no es un espectáculo para el estómago, ni mucho menos un melodrama convencional. Es, en cambio, una disección psicológica profunda y perturbadora que, a pesar de su lentitud y su atmósfera opresiva, logra cautivar por su densidad y su innegable fuerza. La adaptación de la novela de François Mauriac de 1927 es una reflexión sobre la alienación, la insatisfacción existencial y el vacío de una sociedad que exige roles y que niega cualquier posibilidad de expresión individual. No es una película que se disfruta fácilmente, sino una que se siente en la piel, dejando una huella imborrable.

La dirección de Denis es magistral en su capacidad para crear un ambiente de constante incomodidad. El color, la luz, el sonido; todos ellos utilizados de forma deliberada para amplificar la sensación de desasosiego. La película no busca adornos visuales, sino que se centra en la transmisión de la experiencia interna de Thérèse, una mujer atrapada en una existencia carente de sentido. La fotografía, en gran parte en blanco y negro, contribuye a esa atmósfera de melancolía y decadencia, casi como una representación de la mente fragmentada de la protagonista. El uso del blanco, a menudo asfixiante, simboliza la pureza perdida y la creciente desesperación.

La interpretación de Juliette Binoche como Thérèse es, sencillamente, excepcional. Binoche no busca dramatizar la desesperación con gestos exagerados. En lugar de eso, nos ofrece una representación sutil pero incisiva de una mujer que se desintegra por dentro, consumida por el aburrimiento y la incapacidad de conectar con el mundo. Su mirada, a menudo vacía y perdida, revela una profunda tristeza y un anhelo inalcanzable. Es una actuación que se basa en la sutileza y la intensidad emocional, y que se convierte en el corazón palpitante de la película. El resto del reparto, incluyendo a Pio Marron como Bernard, contribuye a la complejidad del relato con personajes que representan los límites de la comprensión y la empatía.

El guion, adaptado por Claire Denis y Jean-Michel Chartier, se adhiere fielmente a la novela, pero sin perder la capacidad de sorprender. La tensión narrativa se construye gradualmente, mediante una serie de encuentros y conversaciones que revelan la creciente incomodidad de Thérèse y la insatisfacción de su marido. La película no ofrece explicaciones fáciles, dejando al espectador con la incertidumbre de si la acción de Thérèse es producto de la desesperación o de un deseo inconsciente de romper con su destino. El ritmo pausado, aunque puede resultar lento para algunos, permite que la atmósfera opresiva y la profundidad psicológica de la historia se integren plenamente.

En definitiva, “Thérèse D.” es una película desafiante y estimulante que exige atención y reflexión. No es un entretenimiento superficial, sino una obra de arte que explora las profundidades de la psique humana y la complejidad de las relaciones sociales. Es un testimonio del talento de Claire Denis y de la capacidad del cine para abordar temas oscuros y difíciles con sensibilidad y honestidad.

Nota: 8/10