THX 1138 (1971)

THX 1138, la primera incursión cinematográfica de George Lucas, no es un espectáculo visualmente deslumbrante, ni un bombardeo de efectos especiales. Más bien, es una radiografía inquietante de un futuro distópico que, paradójicamente, se sostiene mucho más por su atmósfera opresiva y su profunda reflexión filosófica que por su sofisticación técnica. Esta película, estrenada en 1971, permanece sorprendentemente relevante hoy en día, no por su predicción literal, sino por su capacidad de evocar el deshumanización inherente a la tecnología y al control social. Lucas logra crear un mundo palpable, incluso si la estética, con sus interiores blancos y lisos y su iluminación cruda, puede resultar un tanto monótona.

La dirección de Lucas es sutil pero efectiva. No recurre a la violencia explícita para transmitir la naturaleza artificial de la sociedad. En cambio, se centra en la observación detallada de los personajes y en la creación de un estado de tensión constante. La paleta de colores restringida – principalmente blancos, grises y un azul pálido – refuerza esta sensación de vacío existencial. El ritmo de la película es deliberadamente lento, permitiendo al espectador asimilar la incomodidad y el aislamiento que sufren los protagonistas. La banda sonora, igualmente minimalista, contribuye a la atmósfera de desolación. No es música que emocione, sino que amplifica la sensación de despersonalización.

La actuación de Robert Denardo como THX 1138 es magistralmente contenida. Denardo transmite la creciente inquietud y el despertar emocional de su personaje a través de gestos y miradas, sin necesidad de grandes expresiones dramáticas. El personaje, un técnico de mantenimiento que trabaja en una vasta instalación de control de información, se encuentra en un limbo constante, un robot funcional que comienza a cuestionar su propósito. El contraste entre su vida laboral, marcada por la obediencia y la eficiencia, y su despertar emocional junto a Irene (Ingrid Berkeley) es el corazón de la película. Berkeley ofrece una interpretación igualmente honesta, dotando a Irene de una fragilidad y una determinación que la convierten en un personaje vulnerable pero inquebrantable.

El guion de Lucas y Shane Corvetti es particularmente inteligente en la forma en que explora la relación entre el individuo y la tecnología. La película no ofrece soluciones fáciles ni un desenlace heroico. Más bien, plantea preguntas incómodas sobre la libertad, la identidad y la posibilidad de encontrar la humanidad en un mundo cada vez más dominado por la artificialidad. El concepto de "control mental" a través de la administración de drogas es un elemento perturbador que, aunque presentado de forma sutil, resuena con preocupaciones contemporáneas sobre la manipulación del comportamiento individual. La ausencia de diálogo explícito y la dependencia de la comunicación no verbal refuerzan la sensación de comunicación alterada y fragmentada que define la sociedad de THX 1138.

A pesar de su ritmo pausado y su estética austera, THX 1138 es una película profundamente impactante y provocadora. Es una obra temprana pero premonitoria de George Lucas, que sienta las bases para su posterior éxito con Star Wars, aunque aquí se observa un interés en la exploración psicológica y social en lugar de la aventura espacial.

Nota: 7.5/10