Tiburón 2 (1978)

‘Tiburón 2’ es una película que, a posteriori, se encuentra en una posición particularmente peculiar en el canon de las películas de terror y acción. No es una obra maestra, ni siquiera un ejemplo sobresaliente de su género, pero su impacto cultural y su capacidad para generar ansiedad y suspense siguen siendo innegables. La película, estrenada en 1978, no busca reinventar la rueda; en lugar de eso, se atreve a tomar las bases del original y las amplía, añadiendo nuevos elementos y, sobre todo, un tiburón mucho más grande, mucho más amenazante y, para muchos, mucho más convincente.

El guion, a la sombra de la brillantez del primer ‘Tiburón’, se siente a veces torpe y predecible. La trama, centrada en la amenaza de un nuevo tiburón que emerge de las profundidades, se siente, en ocasiones, como un ejercicio de tensión artificial. Las largas secuencias de espera, donde la cámara se centra en el agua y la música crea una atmósfera de anticipación, pueden volverse repetitivas y, a veces, frustrantes. No obstante, esta lentitud sirve para construir la sensación de peligro inminente, un elemento fundamental para el éxito de la película. La incorporación de la península y la excursión de los adolescentes añade una dimensión adicional, sugiriendo que el peligro puede acechar incluso en lugares aparentemente seguros.

Las actuaciones son sólidas. Roy Scherman como el jefe Brody vuelve a encarnar la figura del héroe atormentado, aunque su personaje carece de la profundidad emocional que lo definió en la primera entrega. Schoenhofen como lo nuevo alcalde es un villano caricaturesco, pero efectivo en su propósito de proteger los intereses económicos del pueblo, aunque sin un desarrollo psicológico significativo. Sean Connery, en un papel breve pero memorable, ofrece una dosis de carisma y una dosis de humor negro. Sin embargo, son los jóvenes protagonistas, Michael Gross y Stefanie Brill, quienes realmente captan la atención, transmitiendo la inocencia y el terror de la juventud ante la amenaza del monstruo.

El diseño de producción y los efectos especiales, aunque primitivos por los estándares actuales, fueron revolucionarios para su época. El diseño del tiburón, creado por Raymond J. Fish y Ben Price, es una verdadera maravilla de la época. Su tamaño, su musculatura, su apariencia feroz: todo contribuye a crear una imagen de terror visceral. La película supo utilizar el sonido para intensificar la experiencia del espectador, con el rugido del tiburón y el impacto de sus ataques creando una atmósfera de pavor. La película se atreve a mostrar el tiburón en acción, con escenas de persecución y ataque que son tanto impactantes como aterradoras. Más allá de las convenciones del género, la película explora la idea de un peligro que acecha bajo la superficie, un temor a lo desconocido que se manifiesta en la fuerza implacable de la naturaleza.

‘Tiburón 2’ no es un clásico en el sentido estricto, pero posee un valor cultural y un impacto en el género que la consagran como una película importante. Su éxito radica, en gran medida, en su capacidad para mantener el miedo y la tensión, incluso si la trama carece de sutileza y profundidad. Es una experiencia cinematográfica que, a pesar de sus imperfecciones, sigue siendo capaz de generar la respuesta visceral que se busca en las películas de terror.

Nota: 7/10