Tierra de Dios (2017)

“Tierra de Dios” (God’s Own Country) no es una película que te entretenga con efectos especiales o una trama vertiginosa. Es, en cambio, una experiencia visceral, un retrato crudo y conmovedor de la soledad, la represión y la búsqueda de la conexión en el corazón de la Yorkshire rural. James Mackenzie, director debutante, ha creado una obra que se instala bajo la piel y que perdura mucho después de que los créditos finales hayan comenzado a rodar. La película se centra en Johnny Saxby, interpretado magistralmente por Sam Cook, un joven agricultor atormentado por su pasado y una adicción al alcohol, atrapado en la monotonía de la vida en una granja familiar. Su rutina, marcada por la miseria y la frustración, se ve interrumpida por la llegada de Hiko, un inmigrante rumano interpretado con una honestidad brutal por Robert James-Baker. Este encuentro inesperado se convierte en el catalizador de una transformación interior que, a pesar de sus momentos oscuros, ofrece un rayo de esperanza.

La dirección de Mackenzie es notable. Evita caer en sentimentalismos fáciles, optando por una naturalidad inquietante. La cámara se adentra en la vida cotidiana de los Saxby, capturando la belleza agreste del paisaje de Yorkshire, pero también su atmósfera opresiva. La película se beneficia de un ritmo pausado que permite al espectador absorber la angustia de los personajes y la gravedad de sus circunstancias. La fotografía, con sus tonos terrosos y su uso de la luz natural, contribuye a crear una atmósfera realista y evocadora, casi como una pintura. Mackenzie consigue transmitir la desesperación y el aislamiento de Johnny de manera muy efectiva, sin necesidad de recurrir a clichés. La película no es glorificar la vida rural, sino mostrarla tal como es, con sus dificultades y sus silencios.

Las actuaciones son excepcionales. Sam Cook es asombroso en su interpretación de Johnny. Su personaje es imperfecto, vulnerable y, a menudo, desagradable, pero también profundamente humano. Cook logra transmitir una complejidad emocional increíble con una mirada, un gesto, un silencio. Robert James-Baker, como Hiko, ofrece una actuación igualmente poderosa. Su personaje, un hombre tímido y reservado, aporta una fuerza y una calidez inesperadas a la historia. La química entre ambos actores es palpable y fundamental para el desarrollo de la trama. La película no solo se centra en la atracción física, sino en la conexión emocional que se establece entre Johnny y Hiko, un vínculo basado en la vulnerabilidad y la aceptación mutua. Se trata de una relación de apoyo que permite a ambos personajes encontrar un propósito y un sentido a su existencia.

El guion, escrito por Mackenzie y James Wood, es inteligente y evocador. La película explora temas universales como la soledad, el amor, la identidad y la búsqueda de la felicidad. Si bien la historia central se centra en la atracción sexual, la película va más allá de la simple narrativa romántica. Examina la dinámica de poder dentro de la familia, la represión de las emociones y la dificultad de romper con el pasado. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que invita al espectador a reflexionar sobre sus propios valores y creencias. Es un filme que, a pesar de su tono melancólico, transmite un mensaje de esperanza y la importancia de abrirse a la vida y a los demás. La película se atreve a mostrar el lado oscuro de la naturaleza humana, pero lo hace con sensibilidad y respeto, evitando la explotación y la voyeurismo.

Nota: 8.5/10