Tierras de penumbra (1993)

“Tierras de Penumbra” (Shadowlands, 1982) no es, precisamente, una película de fantasía en el sentido tradicional. Es, en su lugar, un drama íntimo y profundamente conmovedor que explora la vulnerabilidad humana, la fe, el duelo y la complejidad de las relaciones matrimoniales. La película, dirigida con delicadeza por Bernardo Bertolucci (aunque no fue su dirección cinematográfica inicial), se centra en la relación entre C.S. Lewis (Anthony Hopkins) y Joy Gresham (Debra Winger), un encuentro fortuito que se transforma en un torbellino emocional que cambiará el destino de ambos. Hopkins ofrece una actuación magistral, logrando transmitir la introspección, la melancolía y, a veces, la sorprendente rudeza del autor de "Las Crónicas de Narnia". Su Lewis es un hombre profundamente arraigado en su mundo interior, un intelectual brillante pero, al mismo tiempo, emocionalmente adormecido. Hopkins logra, sin caer en estereotipos, mostrar las capas de su personaje: su amor por la fe, su lucha con la pérdida y su incapacidad para conectar plenamente con los demás.

La elección de Winger para interpretar a Joy es fundamental para el éxito de la película. Su Joy no es simplemente la musa del escritor; es una mujer vibrante, inteligente, apasionada y, sobre todo, profundamente vulnerable. Winger le aporta una autenticidad y una fuerza emocional que contrastan notablemente con el mundo interior de Lewis. La química entre Hopkins y Winger es palpable, y su relación evoluciona de una admiración intelectual a un amor intenso y, eventualmente, devastador. Sin embargo, es importante señalar que la película se centra más en la experiencia de Joy que en la de Lewis, lo cual, si bien permite una mayor profundidad en su personaje, también podría resultar, para algunos espectadores, que el protagonista se siente relativamente menos desarrollado.

El guion, adaptado de la biografía de Douglas Gresham, es inteligente y, en su mayoría, efectivo. Bertolucci y el guionista, David Self, logran mantener un equilibrio entre la realidad biográfica y la dramatización emocional. Los diálogos son elegantes y, a menudo, profundos, reflejando la erudición de Lewis. No obstante, la película no rehúye la crudeza del período, mostrando el dolor y la desesperación de Joy después de su separación y, más tarde, su lucha contra el cáncer. La dirección de Bertolucci se distingue por su uso innovador de la cámara, especialmente en las escenas nocturnas, creando una atmósfera sombría y melancólica que refleja el estado emocional de los personajes. El diseño de producción y la fotografía contribuyen a este efecto, utilizando la luz y la sombra para subrayar la dualidad de la existencia de los protagonistas.

Si bien “Tierras de Penumbra” puede resultar un tanto lenta para algunos espectadores, su capacidad para generar empatía y explorar temas universales como la fe, el amor, el duelo y la pérdida, la convierten en una película memorable y, en última instancia, conmovedora. No es una película para dejarte llevar por la aventura, sino para reflexionar sobre la complejidad de la condición humana. Es un drama introspectivo que te invita a confrontar tus propias dudas y a cuestionar tus propias convicciones.

Nota: 8/10