“Timbuktu” (2012), dirigida por Thierno Diallo, no es una película que te engancha inmediatamente. No ofrece un despliegue de acción o diálogos brillantes, sino una quietud opresiva que, con el tiempo, se revela como una declaración contundente sobre la resistencia, la dignidad y la pérdida en un contexto de brutal ocupación. La película se centra en la vida cotidiana de la familia Kidane en Tombuctú, un oasis en el desierto maliense, donde la llegada de yihadistas islamistas transforma radicalmente su existencia, silenciando la alegría y desatando un clima de miedo y terror.
La dirección de Diallo es sutil pero eficaz. El film no intenta espectacularizar la llegada de los extremistas, prefiriendo mostrarlos como una fuerza silenciosa que se instala progresivamente, con una presencia que se siente más en la atmósfera que en actos violentos explícitos. Esta elección estilística permite que el espectador se involucre a un nivel más profundo, sintiendo el peso del miedo y la deshumanización que se ciernen sobre los habitantes de Tombuctú. La paleta de colores, predominantemente cálida y desértica, se va apagando gradualmente, reflejando la pérdida de esperanza y la sombra que cubre la ciudad.
Las actuaciones son sobresalientes. Moussa Traoré, como Kidane, transmite la amargura y la resignación, pero también la tenacidad de un hombre que lucha por proteger a su familia. Su evolución a lo largo de la película es gradual y sutil, una lenta erosión de la paz interior ante la imposibilidad de escapar de la situación. Fatou Jabi, quien interpreta a Satima, ofrece una interpretación particularmente conmovedora, capturando la fortaleza y el dolor de una mujer que se ve obligada a ser invisible en su propio hogar. Y luego está Ibrahim Niasse, quien da vida a Issam, el niño pastor, con una inocencia y vulnerabilidad que contrastan brutalmente con la oscuridad que le rodea. La interpretación de Niasse es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película.
El guion, escrito por Diallo y Thierno Diallo, es, quizás, el aspecto más importante de la película. No es un relato de heroísmo o revolución, sino una meditación sobre la supervivencia. La película construye una narrativa sencilla pero poderosa, basada en situaciones cotidianas que, transformadas por la ley islámica, se convierten en actos de desesperación y resistencia silenciosa. La película se centra en la banalidad del terrorismo, en la forma en que puede erosionar la identidad y la humanidad. La escena del juicio de Amadou y la posterior ejecución, aunque breve, es profundamente impactante, mostrando la crueldad y la arbitrariedad de la ley islámica. El uso de la música, prohibida en la película, se convierte en un símbolo de libertad y memoria.
“Timbuktu” es una obra cinematográfica significativa que nos invita a reflexionar sobre temas complejos como la libertad, la religión, la identidad y la resistencia. No es una película fácil de ver, pero es una experiencia inolvidable que nos deja una profunda impresión. Es una película que te persigue mucho después de que los créditos han terminado de rodar.
Nota: 8.5/10