“Titane” es una película que, desde el primer momento, te abandona la comodidad de lo conocido, te arroja a un abismo visceral y te obliga a confrontar una realidad perturbadora y profundamente inquietante. Denis Villeneuve, aunque no presente en el frente de cámara de la misma manera que en sus obras anteriores, imprime su sello con una atmósfera opresiva y una meticulosa construcción de terror psicológico que no se basa en sustos fáciles, sino en una acumulación de imágenes y sensaciones incómodas.
La película se centra en Adrien Legrand, un joven marcado por una herida en la cara y un pasado borrado. Su reaparición, a pesar de la alegría que supone para su padre Vincent, se encuentra entrelazada con una serie de asesinatos brutales que sacuden una pequeña ciudad francesa. Lo que distingue a “Titane” es la forma en que Villeneuve explora la identidad y la transformación. La película no se limita a presentar un asesino; presenta a un individuo en un proceso de metamorfosis, una fusión entre el ser humano y el titan, la bestia de la mitología griega. Este elemento central se ejecuta con una brillantez técnica, con una dirección de fotografía impecable que juega con la luz y la sombra para realzar la sensación de alienación y la ambigüedad moral.
La actuación de Caleb Landry Jones como Adrien es, sin duda, el corazón de la película. Jones ofrece una interpretación absolutamente convincente, mostrando una profunda complejidad emocional y una vulnerabilidad que contrasta con la brutalidad de sus acciones. La transformación física del personaje, que evoluciona a lo largo de la película, es tanto visualmente impactante como emocionalmente cargada. Juno Temple, como la madre de Adrien, también brilla con una sutileza y una fuerza interior que le otorgan una gran profundidad a su personaje.
El guion, escrito por Camille Le Impay y Anne Émers, es intrincado y ambivalente. No ofrece respuestas fáciles y, a menudo, se centra en sugerencias y metáforas. La película no busca justificar las acciones de Adrien, sino que explora la naturaleza de la identidad, la familia, la violencia y la redención. El ritmo deliberado, la atmósfera densa y la abundancia de imágenes oníricas pueden resultar desafiantes para el espectador, pero también contribuyen a crear una experiencia cinematográfica única e inolvidable. Villeneuve, a través de sus colaboradores, consigue evocar una sensación constante de peligro inminente, un terror que se siente más en la piel que en la mente. La película se aferra a la incomodidad, dejándote con preguntas sin respuesta sobre la naturaleza del ser humano y los límites de la identidad.
Nota: 8/10