Titus (1999)

“Titus” de Mike Nichols es una obra maestra oscura y visceral, una experiencia cinematográfica que se ancla profundamente en la moralidad humana y en la inevitable corrosión del poder. Más allá de ser una simple adaptación de la tragedia de Shakespeare, Nichols crea un retrato brutal y fascinante de la Roma tardía, donde la grandeza imperial se encuentra en constante conflicto con la brutalidad y la traición. La película no glorifica el Imperio, sino que lo expone a la luz de sus más crudos y perturbadores aspectos.

La dirección de Nichols es, sencillamente, impecable. Su manejo del ritmo es magistral, alternando momentos de grandilocuencia y festividad con escenas de intenso drama y violencia doméstica que se graban en la memoria. La cinematografía de Gordon Willis es un elemento fundamental: la utilización de la luz y la sombra crea una atmósfera opresiva y densa, que refleja el estado de ánimo de los personajes y el clima de conspiración que impregna la película. Las escenas nocturnas son particularmente impactantes, con la oscuridad que sirve para ocultar la vileza de los personajes y para sugerir la inminencia del caos.

Robert De Niro ofrece una interpretación monumental como Titus Andrónicus. Es un personaje complejo, atormentado por su victoria y asediado por la manipulación de los demás. Su frustración, su ira y su constante lucha interna son palpables. La actuación de él está lejos de ser la típica grandilocuencia de los héroes romanos; lo vemos como un hombre vulnerable, consumido por la culpa y el horror de sus acciones. Asimismo, Diane Keaton como Tamora es absolutamente convincente. Su personaje, consumido por la venganza, es al mismo tiempo una figura trágica y aterradora. Su manipulación psicológica sobre Titus es brillante y su desesperación palpable. La química entre De Niro y Keaton es desarmante, dotando a la relación entre estos dos personajes de una tensión y profundidad inigualables.

El guion, adaptado de Shakespeare por John Cassavetes, es inteligente y sutil, con diálogos que son a la vez poéticos y brutales. No rehúye la oscuridad de la trama, mostrando las consecuencias de la ambición, la venganza y la corrupción. La película no es un drama heroico, sino un estudio de la decadencia moral y la destrucción que conlleva el poder. La tragedia se siente inevitable desde el principio, y la película se centra en cómo se desenvuelve esa tragedia, en cómo los personajes son consumidos por sus propios impulsos y por las maquinaciones de los demás. La película explora temas universales como la lealtad, el honor, la familia y el precio de la ambición, pero lo hace con una mirada crítica y sin concesiones.

En definitiva, "Titus" es una experiencia cinematográfica inolvidable, una película que te confronta con la oscuridad del alma humana y te obliga a reflexionar sobre la naturaleza del poder. Es una obra maestra que merece ser vista y revisitada.

Nota: 9/10