Todas las cosas buenas (2010)

“Todas las cosas buenas” es una película que se presenta como una especie de retorno nostálgico a los años ochenta, un género que, en la actualidad, siempre despierta un interés particular en el público. Dirigida por Taika Waititi, la película se sumerge en un ambiente de glamour decadente, de fiestas opulentas y de un espíritu de rebeldía juvenil que, aunque estilizada, consigue evocar una cierta autenticidad. La historia, con su premisa básica de amor entre clases sociales, no es precisamente original, pero Waititi utiliza el marco temporal y la estética de los ochenta para construir una narrativa que va más allá de la simple comedia romántica.

La dirección de Waititi es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Evoca el espíritu de películas como "American Gigolo" o "Miami Vice", pero con un toque más surrealista y, a veces, oscuro. La cinematografía, de color pastel y con una iluminación que recuerda a las fotografías de moda de la época, contribuye a crear una atmósfera única. A pesar de su aparente ligereza, Waititi logra plantar semillas de inquietud y misterio que van creciendo a medida que avanza la trama. La película no rehuye los elementos más oscuros y violentos de la época, lo que le permite generar un impacto emocional más profundo.

Las actuaciones de Gosling y Dunst son excepcionales. Gosling interpreta al heredero, Charlie, con una mezcla de arrogancia, vulnerabilidad y melancolía que es realmente convincente. Es un personaje complejo, que lucha con su propio pasado y con las expectativas de su familia. Dunst, por su parte, ofrece una interpretación igualmente brillante como Brooke, la chica de las clases bajas que se convierte en el objeto del deseo de Charlie. La química entre ambos actores es palpable, y su relación evoluciona de manera creíble a lo largo de la película. Aunque a veces el humor es un poco forzado, sus actuaciones son la base de la historia.

El guion, aunque a veces se centra en la comedia, también aborda temas importantes como la desigualdad social, la corrupción política y la búsqueda de la identidad. La trama de la desaparición de Brooke se teje con maestría, introduciendo elementos de thriller y misterio que mantienen al espectador enganchado. Sin embargo, la película podría haberse beneficiado de un desarrollo más profundo de algunos personajes secundarios, y la resolución de la trama, aunque satisfactoria, podría haber sido más ambigua. La película intenta, a veces, abordar demasiados temas a la vez, lo que diluye el impacto de algunos de ellos.

En definitiva, “Todas las cosas buenas” es una película entretenida y visualmente atractiva que ofrece un viaje nostálgico a los ochenta. Aunque no es una obra maestra, tiene mérito por su dirección, sus actuaciones y su capacidad para evocar un ambiente único. Es una película que invita a la reflexión, aunque no siempre ofrece respuestas claras.

Nota: 7/10