Todas las mujeres quieren casarse (1959)

“Todas las mujeres quieren casarse” (All Women Want to Marry, en su título original) es un thriller psicológico sutil pero inquietante que se instala bajo la piel y no la abandona fácilmente. Dirigida con maestría por Melanie Walliser, la película no se entrega en una explosión de violencia o tensión constante, sino que construye su atmósfera de amenaza a través de la incomodidad, la ambigüedad moral y la observación precisa de las dinámicas de poder.

Meg, interpretada de manera magistral por Alison Brie, es una joven que llega a Nueva York con una visión optimista del mundo y una necesidad urgente de estabilidad. Su búsqueda de un trabajo y un marido se ve abruptamente interrumpida por la presencia de Ross Taford (Paul Sparks), un ejecutivo de alto standing que la acosará de manera implícita pero devastadora. Walliser no necesita mostrar escenas explícitas de acoso; el simple hecho de la mirada de Ross, su tono de voz, la forma en que interactúa con Meg, son suficientes para crear una sensación de amenaza latente. La dirección de Brie es fundamental: su personaje se muestra vulnerable, pero también decidida a protegerse, a mantener el control en una situación en la que el poder está claramente inclinado a favor de Taford.

La película destaca especialmente por la inteligencia del guion. La narrativa se centra en el desarrollo gradual de la relación entre Meg y Ross, explorando las consecuencias psicológicas del acoso y la forma en que afecta la autoestima y la percepción de la realidad de la protagonista. No hay un “villano” obvio; ambos personajes están atrapados en un ciclo de manipulación y poder. El guion explora la idea de la gaslighting de manera sutil y efectiva, haciendo que el espectador cuestione constantemente la cordura de Meg a medida que la situación se vuelve cada vez más confusa y opresiva. Se juega con el punto de vista, permitiendo que el espectador se ponga en la piel de ambos personajes y comprenda sus motivaciones, aunque no necesariamente sus acciones.

Las actuaciones son excepcionales, con Brie ofreciendo una interpretación nuanced y convincente. Paul Sparks, en el papel de Ross, es igual de brillante, transmitiendo una mirada de inquietante control y ambivalencia. La dirección de fotografía es discreta pero efectiva, utilizando la iluminación y los espacios reducidos de la oficina para intensificar la sensación de claustrofobia y desasosiego. La banda sonora, igualmente sutil, acompaña la tensión narrativa sin interrumpirla. No obstante, la película podría beneficiarse de cierta lentitud en el ritmo, dado que algunas escenas, aunque esenciales para el desarrollo de la trama, podrían haber sido más concisas. La película se enfoca en la tensión psicológica y no en la acción, lo que puede no ser del gusto de todos los espectadores.

En definitiva, "Todas las mujeres quieren casarse" es una película perturbadora y reflexiva que, a pesar de su lentitud, logra crear una experiencia cinematográfica memorable. Es una meditación sobre el poder, la vulnerabilidad y la dificultad de distinguir la verdad de la manipulación. Una obra que te quedará resonando en la mente mucho después de que los créditos finales hayan rodado.

Nota: 8/10