Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar (1972)

‘Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar’ de Woody Allen es, en primer lugar, una experiencia cinematográfica visceral y profundamente desconcertante. No es una película para todos los gustos, y mucho menos para aquellos que buscan respuestas fáciles o una narración lineal. Allen, como es habitual en su filmografía, se entrega a un ejercicio de absurdo, de exploración de la sexualidad humana desde ángulos que la mayoría de los directores considerarían tabú. Y lo hace con la peculiar y a menudo torpe, pero siempre fascinante, compañía de un Woody Allen en plena efervescencia creativa.

El guion, magistralmente retorcido, es el corazón palpitante de la película. Se construye a partir de pequeñas, fragmentadas historias interconectadas, un mosaico de situaciones grotescas, surrealistas y, a menudo, profundamente inquietantes. Desde la trama del bufón y la Reina, pasando por la historia del médico enamorado de la oveja, hasta el programa televisivo "¿Cuál es mi perversión?", cada relato se alimenta de una lógica interna que, aunque poco convencional, resulta cautivadora. Allen no intenta dar respuestas; simplemente presenta la realidad, o lo que él interpreta como tal, en toda su absurdidad. La película se deleita en lo inusual, en lo que perturba y en lo que nos obliga a cuestionar nuestra percepción de lo normal.

Las actuaciones son, sin duda, sobresalientes. Woody Allen, en un papel que explota al máximo su capacidad para el malhumor, la ironía y la vulnerabilidad, ofrece una interpretación memorable. El elenco de acompañantes, encabezado por Jack Nicholson, Diane Keaton, Oliver Platt y Irene Vladi, es igualmente brillante. Cada actor aporta su propia peculiaridad a la mezcla, creando una atmósfera de incomodidad y de desafío. La comedia se construye, a menudo, sobre la incomodidad, y los actores se sumergen de lleno en este ejercicio de desensibilización.

Sin embargo, la película no está exenta de fallas. Algunas de las historias se sienten un poco dispersas, carentes de la cohesión que podría haberlas elevado a un nivel superior. La duración, también, puede resultar excesiva para algunos espectadores. No obstante, estas pequeñas deficiencias palidecen ante la originalidad del concepto, la audacia del guion y la brillantez de las actuaciones. Allen no busca entretener; busca provocar, desafiar y, en última instancia, explorar las profundidades de la experiencia humana, incluso aquellas que nos incomodan.

En definitiva, ‘Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar’ es una obra maestra del cine independiente, una película que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan rodado. Es una película que exige una mente abierta, una disposición a la incomodidad y un amor por el cine que rompe las reglas.

Nota: 8.5/10