Todo sobre mi desmadre (2010)

“Todo sobre mi desmadre” (Everything About My Wrongs) no es precisamente una obra maestra cinematográfica en el sentido tradicional. Sin embargo, es un ejercicio de comedia negra sorprendentemente estimulante y, lo más importante, absolutamente original. El director, James Ponsoldt, logra construir una narrativa peculiar y a la vez inquietante, centrada en la relación improbable y vertiginosa entre Aaron Greenberg y Aldous Snow, un rockero de leyenda con una adicción a la autodestrucción y una necesidad imperiosa de recuperar a su amor. Ponsoldt maneja la tensión dramática con un control exquisito, logrando que la desesperación de Aaron y la aparente indiferencia de Aldous sean palpables al espectador.

La película se apoya en gran medida en el brillantez de sus actuaciones. Jesse Eisenberg, como Aaron, entrega una interpretación magistral. Su personaje es un tipo inseguro, constantemente al borde del colapso nervioso, y Eisenberg lo interpreta con una vulnerabilidad que te resulta irresistiblemente entrañable. Pero la verdadera estrella es Bill Hader como Aldous Snow. Hader se libra de cualquier pretensión, abrazando por completo la figura del rockero caído en desgracia, transformándose en un antihéroe caótico y divertido. Su actuación es una mezcla perfecta de arrogancia, amargura y un extraño encanto. La química entre Eisenberg y Hader es el núcleo emocional de la película y, sin duda, la razón principal por la que el filme funciona tan bien.

El guion, adaptado de un artículo de crónica de Jonathan Ames, es lo que más destaca de “Todo sobre mi desmadre”. La historia no se centra en la acción grandilocuente, sino en los pequeños detalles, en los diálogos torcidos y en las interacciones incómodas entre los personajes. La película se mueve con una lentitud deliberada, permitiendo que el espectador se sumerja en el mundo peculiar creado por Ponsoldt. La descripción del viaje de Aaron hacia California, plagado de encuentros surrealistas y personajes extravagantes –desde los camellos londinenses hasta los barriobajeros neoyorquinos–, es un ejemplo perfecto de esta estética. No es una comedia que busca las carcajadas estruendosas; se trata más bien de una sonrisa constante, provocada por la extrañeza y la sutileza de la situación.

Sin embargo, la película no está exenta de defectos. En ocasiones, la lentitud puede convertirse en tedio, y algunos de los personajes secundarios, aunque interesantes, podrían haber tenido un mayor desarrollo. A pesar de ello, la película consigue mantener el interés del espectador gracias a su singularidad y a la fuerza de sus actuaciones. “Todo sobre mi desmadre” es un cine que te invita a reflexionar sobre la búsqueda del significado, la adicción y, sobre todo, sobre la complejidad de las relaciones humanas.

Nota:** 7.5/10