Todos lo saben (2018)

“Todos lo saben” es una película que se instala lentamente en la mente del espectador, como una niebla densa que revela una verdad incómoda a medida que avanza. Dirigida por Carla Simón, la película, a pesar de su aparente sencillez narrativa, explora con maestría las complejidades de la memoria, la culpa y el peso de los secretos familiares. El tono, meticulosamente construido, es deliberadamente claustrofóbico, y no es un elemento para agradar al público en general, sino más bien para sumirnos en la atmósfera opresiva de la historia.

La película se centra en la incomunicación y la tensión palpable entre los personajes. Laura, interpretada con una intensidad silenciosa por Elena Anaya, regresa a su pueblo natal en España para la boda de su hermana. Lo que debería ser un viaje familiar, se convierte en un episodio de intensa introspección y desconfianza. La llegada de Laura desencadena una serie de encuentros incómodos y revelaciones fragmentadas que cuestionan la realidad que ella y los demás perciben. La fuerza de la película reside en la forma en que se transmite la falta de comunicación, las miradas evasivas y los gestos que insinúan algo oculto.

La dirección de Simón es precisa y poética. No recurre a grandes artificios visuales ni a diálogos rebuscados. La cámara, a menudo enfocada en los rostros de los personajes, capta cada matiz de expresión, cada micro-movimiento que delata el estado emocional de Laura. El uso de la luz y la sombra acentúa la sensación de incertidumbre y la atmósfera sombría. La banda sonora, minimalista pero efectiva, complementa la narrativa de manera sutil, reforzando el impacto emocional de la historia. La película no busca dar respuestas fáciles; más bien, invita al espectador a reflexionar sobre la naturaleza de la verdad y la dificultad de confrontar el pasado.

Las actuaciones son sobresalientes. Elena Anaya ofrece una interpretación cautivadora, logrando transmitir la vulnerabilidad y la confusión de Laura con una sutileza impresionante. El resto del elenco, incluyendo a los hermanos de Laura, interpretados por un Gabriel Machín y un Daniel García-Silvera, también cumplen su cometido, aportando profundidad y realismo a sus personajes. La química entre los actores es fundamental para que la tensión dramática se perciba de manera creíble.

Sin embargo, "Todos lo saben" no es una película para todos los gustos. Su ritmo pausado y su enfoque en la introspección pueden resultar lentos y frustrantes para aquellos que buscan narrativas más directas. La trama, aunque efectiva, no ofrece grandes giros inesperados y se concentra más en el desarrollo de los personajes y en la creación de atmósfera que en la resolución de un misterio. No obstante, si se aprecia por su estilo, su delicadeza y su capacidad para generar una profunda sensación de inquietud, “Todos lo saben” se erige como una película memorable y reflexiva.

Nota: 7/10