Tomorrowland: El mundo del mañana (2015)

“Tomorrowland: El mundo del mañana” es una película que, en su intento de reimaginar el concepto de una utopía futurista, termina siendo un ejercicio de estilo más que de narrativa profunda. Dirigida por Brad Bird, la película se basa en la premisa fascinante de un lugar llamado Tomorrowland, un punto de encuentro interdimensional que reside en el futuro, donde se vislumbran soluciones a los problemas actuales de la humanidad. Sin embargo, la película no logra, de manera contundente, explorar las razones detrás de esta utopía ni el por qué es tan crucial para el destino del planeta.

La historia se centra en Bryson Swafford (Hudson Hawk), un chico con una mente brillante pero frustrada por las limitaciones de su mundo, y en Athena Kritau (Jennifer Lawrence), una joven con una intuición única y un deseo irrefrenable de innovar. La química entre Lawrence y Hawk es convincente; ambos transmiten una vulnerabilidad y un optimismo genuino que hacen que sus personajes sean comprensibles, aunque sus motivaciones no siempre sean del todo claras. La actuación de Lawrence, en particular, destaca por su capacidad para expresar un anhelo profundo, una necesidad de crear y contribuir. Hawk, por su parte, aunque posee un carisma agradable, a veces cae en la caricatura, sacrificando la sutileza por la comedia.

La dirección de Bird es impecable en cuanto a la estética visual. “Tomorrowland” despliega una paleta de colores vibrante, escenarios futuristas impresionantes y efectos especiales de alta calidad que evocan la magia y la innovación. La película está llena de planos elaborados y secuencias de acción coreografiadas con una precisión admirable, creando una experiencia visualmente cautivadora. Sin embargo, esta belleza visual a veces se siente como una capa superficial que no cubre las debilidades del guion. La trama principal es predecible, con clichés del género de ciencia ficción y un ritmo que, en algunos momentos, se siente forzado. El desarrollo de los personajes secundarios es relegado a un segundo plano, perdiendo oportunidades para profundizar en sus motivaciones.

Uno de los principales problemas de la película reside en su excesivo reliance en ideas preexistentes. La relación entre Tomorrowland y la Iniciativa del Nuevo Mundo, una supuesta conspiración para proteger a la humanidad, recuerda mucho a “La Guerra de las Galaxias”. Además, el intento de justificar la existencia de Tomorrowland como una solución a los problemas del presente carece de rigor científico y se siente como una simplificación excesiva de desafíos complejos. Se establece una cierta carga moral sobre los “innovadores” del pasado (que hicieron cosas “malas” para evitar un futuro catastrófico), lo cual, aunque presente en muchas obras, no logra ser lo más interesante de la trama.

A pesar de sus defectos, “Tomorrowland” ofrece momentos de genuina emoción y un mensaje optimista sobre el poder de la creatividad y la esperanza. Es una película que, sin duda, vale la pena ver por su estética y sus efectos especiales, pero que no alcanza el nivel de una obra de ciencia ficción memorable. La película, en definitiva, es una experiencia visualmente agradable, pero con una historia que podría haber sido mucho más.

Nota: 6/10