Top Floor (2025)

“Top Floor”, la nueva propuesta de Justine Wachsberger, no es solo una historia de supervivencia en un ascensor; es una disección implacable de la cultura de las redes sociales, la fama superficial y la fragilidad de la identidad. La película, lejos de caer en clichés de thriller, construye una atmósfera de tensión constante a través de la claustrofobia, tanto física como psicológica, que es magistralmente manejada por la dirección de Wachsberger. La elección de encerrar a la protagonista en el ascensor es, en sí misma, una metáfora brillante de la sensación de estar atrapado en una burbuja digital, aislada de la realidad y anhelando una conexión genuina.

Justine Wachsberger ofrece una actuación sobresaliente como Julia, una influencer obsesionada con la imagen y aparentemente libre de preocupaciones, pero que, al encontrarse repentinamente aislada, revela una vulnerabilidad y un miedo paralizantes. Su interpretación es sutil pero poderosa, mostrando la lucha interna de Julia entre la necesidad de mantener las apariencias y el deseo de ser vista y entendida. Los actores de reparto, Akil Wingate y Nicolas Cazalé, aportan un contrapunto interesante a la fragilidad de la protagonista. Sus personajes, aunque secundarios, son complejos y multifacéticos, con motivaciones oscuras que aumentan la intriga y los giros inesperados de la trama. En particular, la dinámica entre Julia y Cazalé, cargada de tensión sexual y desconfianza, es uno de los puntos fuertes de la película.

El guion, aunque a veces un poco previsible en su estructura general, se beneficia de diálogos inteligentes y una construcción de suspense cuidadosamente calibrada. La ambientación, especialmente la representación del interior del ascensor, es crucial para el éxito de la película. La iluminación, el sonido y la puesta en escena logran recrear la sensación de confinamiento de forma realista y perturbadora. La película no rehuye explorar las consecuencias de la obsesión por la fama en las redes sociales, mostrando cómo esta puede corroer la autoestima y la capacidad de conectar con los demás. Sin embargo, el ritmo a veces se tambalea, especialmente en la segunda mitad de la película, donde el misterio se complica de forma un poco demasiado retorcida, lo que diluye, en cierta medida, la tensión inicial.

A pesar de estas pequeñas inconsistencias, “Top Floor” es una experiencia cinematográfica estimulante y reflexiva. Es una película que obliga al espectador a cuestionar la superficialidad de la cultura digital y a considerar las consecuencias de la búsqueda de la aprobación externa. Wachsberger logra crear un thriller psicológico inquietante que, más allá de su premisa de terror en un ascensor, es una reflexión sobre la naturaleza humana y la búsqueda de la identidad en un mundo cada vez más virtual. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que invita a la reflexión y a la interpretación.

Nota: 7.5/10