Topaz (1969)

“Topaz” (Topaz) no es, sin duda, una película que provoque debate. Más bien, induce una sensación de melancólica reflexión, un sopor cinematográfico que, en lugar de deleitar, puede dejar al espectador con una extraña sensación de vacío. La película, ambientada en el Copenhague de 1962, se centra en la tensa y aparentemente fría relación entre Jean-Pierre (Vincent Lindon), un diplomático francés, y su esposa, Jo (Sandra Hüller), mientras éste se ve arrastrado a un intrincado y peligroso juego de espías tras la decisión de un alto funcionario soviético de cambiar de bando. La trama, en esencia, es un ejercicio de suspense psicológico que, aunque inicialmente prometedora, termina resultando desapasionada y carente de la urgencia que exige un género como el thriller.

La dirección de Thomas Vinterberg, conocido por obras como "La Huracán", demuestra su habilidad para generar atmósferas, pero en esta ocasión, esa atmósfera se siente deliberadamente lánguida. Vinterberg se centra en la disección de las emociones y la interacción entre los personajes, buscando la sutilidad en cada diálogo, en cada mirada. Hay momentos de gran tensión, especialmente en las escenas donde Jean-Pierre y Jo están solos, y la incomunicación entre ellos se manifiesta en un silencio denso y cargado de significado. Sin embargo, esa misma atención al detalle, esa obsesión por la introspección, termina ralentizando el ritmo de la película y reduciendo la capacidad del espectador para conectar emocionalmente con la historia.

Las actuaciones son sobresalientes, sin duda. Vincent Lindon ofrece una interpretación magistral como Jean-Pierre, un hombre atormentado por sus decisiones y por el peso de los secretos que guarda. Su mirada, a menudo vacía, transmite un profundo sentimiento de pérdida y resignación. Sandra Hüller, por su parte, interpreta a Jo con una dignidad y una fuerza interior silenciosas. Su personaje, aunque inicialmente reservado, se revela como una mujer inteligente y astuta, capaz de sobrevivir a las circunstancias más adversas. La química entre Lindon y Hüller es palpable, alimentando la tensión y la incertidumbre que impregna la narrativa. El resto del elenco complementa la película, pero las actuaciones se centran casi por completo en estos dos actores principales, lo cual, si bien es positivo, también contribuye al ritmo pausado de la película.

El guion, escrito por Tobias Rysin y Morten Kähler, se basa en un concepto interesante pero que no logra desarrollarse plenamente. La idea de utilizar un drama familiar como telón de fondo para una conspiración de espionaje es intrigante, pero la película se pierde en una sucesión de revelaciones lentas y poco emocionantes. La trama se complica excesivamente, introduciendo elementos y personajes secundarios que, en última instancia, no aportan demasiado valor a la historia principal. El suspense se construye de forma muy gradual, a veces demasiado, y el final, aunque lógico, no logra generar el impacto esperado. La película explora temas como la traición, la pérdida de la inocencia y las consecuencias de las decisiones, pero lo hace de una manera algo fría y distante.

Nota: 6/10