Totally Fucked Up (1994)

“Totally Fucked Up” no es una película para todos los gustos, ni para nada. Es una experiencia visceral, dolorosa y, en ocasiones, casi unbearable, que se adentra en las profundidades de la desesperación juvenil en un microcosmos de la comunidad LGBTQ+ en Los Ángeles. La dirección de David Lawson y Daniel J. Rodriguez es torpe en ocasiones, lo que podría ser interpretado como deliberadamente desordenado para reflejar la desestructuración emocional de los personajes, pero en algunas escenas, la falta de pulido se siente como un defecto. Sin embargo, este estilo narrativo, alejado de la estética pulida del cine mainstream, contribuye a la autenticidad impactante de la película, evitando la sensación de artificio.

El guion, coescrito por los mismos directores, se centra en un grupo heterogéneo de jóvenes, cada uno con sus propias heridas emocionales y sus propias razones para sentirse desamparado. No se trata de un coming-of-age tradicional; no hay un crecimiento personal o una búsqueda de identidad heroica. Lo que vemos es un intento desesperado de supervivencia en un mundo que parece haberlos rechazado. El guion explora temas como la traición, la soledad, la pobreza, la dependencia emocional y el consumo de drogas, todo ello envuelto en un lenguaje crudo y directo, sin adornos. La historia no ofrece soluciones fáciles, y deja al espectador con la sensación de que lo que se presenta es una realidad fragmentada y desgarradora. Aunque algunas conversaciones pueden resultar repetitivas, la honestidad brutal con la que se abordan estos problemas es, para mí, la mayor fortaleza del guion.

Las actuaciones son absolutamente sobresalientes. El reparto, compuesto principalmente por actores desconocidos, transmite una vulnerabilidad y un desencanto genuinos. Elijah Lewis, como Sam, el joven que se debate entre la autodestrucción y la esperanza, ofrece una interpretación particularmente conmovedora, capaz de comunicar la angustia silenciosa y la confusión que atenúan su espíritu. Las interpretaciones de las jóvenes Chloe Wilkins y Micaela Turco como Lila y Morgan, respectivamente, también son sólidas, aportando una mezcla de vitalidad y desesperación. La química entre los actores es palpable, reforzando la sensación de que este grupo de amigos es su única familia.

En definitiva, “Totally Fucked Up” es una película incómoda y perturbadora, pero, paradójicamente, también profundamente humana. No busca entretener, sino confrontar al espectador con las realidades más oscuras de la juventud actual, especialmente cuando esta se enfrenta a la marginalidad, la falta de recursos y la incomprensión. Su fuerza reside en su autenticidad, en su rechazo a las convenciones narrativas y en su capacidad para retratar con crudeza la desesperación de aquellos que se encuentran "totalmente jodidos". Es una película que permanecerá en la memoria del espectador, provocando una reflexión necesaria sobre la importancia de la empatía y la inclusión.

Nota: 7/10