‘Toy Story 4’ no es, como algunos podrían esperar, la revolución narrativa que algunos anticipaban tras la desvinculación de Lee Unkrich y la llegada de Andrew Stanton a la dirección. Más bien, es un ejercicio de maestría en el refinamiento de la fórmula que ha definido la saga, una película que, lejos de romper con el pasado, lo abraza con una madurez sorprendente y un cariño innegable. En esencia, es una película sobre la aceptación, la pérdida y la redefinición de la identidad, temas que, si bien se presentan con la paleta vibrante y el humor contagioso característicos de Pixar, están tratados con una sensibilidad que eleva la experiencia más allá del entretenimiento puro.
Andrew Stanton, como director principal, vuelve a demostrar su habilidad para la narrativa visual y emocional. La película se distingue por su ritmo pausado, que permite al espectador conectar profundamente con los personajes, en particular con Forky. El personaje del grifo de plástico, creado a partir de una cuchara de helado, es un giro inesperado y a la vez crucial. Su incorporación no solo introduce un nuevo elemento en la dinámica del grupo de juguetes, sino que obliga a Woody a confrontar sus valores y su sentido del propósito. La película explora, con sutileza pero con persistencia, la dificultad de adaptarse a un mundo cambiante y la necesidad de encontrar valor en la propia existencia, incluso cuando esa existencia parece insignificante.
Las actuaciones son, como siempre en ‘Toy Story’, excepcionales. Tom Hanks, como Woody, ofrece una interpretación matizada, mostrando tanto su determinación inflexible como su vulnerabilidad. Dónde está la verdadera sorpresa es en el desarrollo de Bonnie como personaje. Su presencia como nueva dueña de los juguetes no es solo un vehículo para la trama; es un catalizador para que los juguetes replanteen su papel y su importancia. El elenco de voces, que incluye a Annie Potts, Jordan Peele y Edward Hernandez, complementa la narrativa con una entrega impecable.
Sin embargo, la película no está exenta de algunas debilidades. El arco argumental de Bo (Josh Cooley) se siente un poco apurado y su resolución, aunque emotiva, no está tan bien desarrollada como podría haber estado. Además, la trama se centra excesivamente en el tema de la aceptación, lo cual, si bien es importante, podría haber enriquecido la película con otros matices. No obstante, estas pequeñas imperfecciones palidecen frente a la belleza general del filme, su corazón y la calidad de su dirección.
En definitiva, ‘Toy Story 4’ es un digno sucesor de la saga, una película que celebra la amistad, la lealtad y la magia de la imaginación. Es una carta de amor al cine de animación y una reflexión sobre lo que significa crecer, adaptarse y, sobre todo, seguir siendo valioso a pesar de los cambios. Es una película para ver en familia y para reflexionar sobre las pequeñas cosas que nos dan alegría.
Nota: 8.5/10