Trabajos de amor perdidos (2000)

“Trabajos de Amor Perdidos” (Lost Loves) no es simplemente una comedia romántica de época, sino una película que evoca una nostalgia palpable, un retrato de la juventud, la ambición y la inevitable desilusión ante la realidad. Terry Gilliam, a lo largo de su carrera, suele ser un director de provocación y originalidad, y esta película es una muestra más de su sello distintivo: una estética visualmente impactante, un guion inteligente y un enfoque en personajes complejos que se enfrentan a dilemas morales y a la fuerza irresistible del deseo.

La dirección de Gilliam es, sin duda, el punto más fuerte de la película. La puesta en escena es grandiosa, con paisajes impresionantes en la Navarra medieval que contrastan con la elegancia y la opulencia de la corte francesa. Las secuencias de baile, en particular, son magistrales, llenas de movimiento y simbolismo, representando la pasión y la ilusión de los jóvenes protagonistas. El uso del color es deliberado y expresivo, con una paleta rica y contrastada que refuerza la atmósfera de ensueño y la tensión emocional. Gilliam no se conforma con la mera recreación histórica; construye un mundo visualmente rico que es a la vez realista y onírico. La banda sonora, igualmente, es una pieza fundamental para la ambientación y el desarrollo de la tensión.

Las actuaciones son, en su inmensa mayoría, sobresalientes. Richard Madden brilla como Carlos II, el Rey de Navarra, proyectando una mezcla de nobleza, determinación y vulnerabilidad. Su interpretación es sutil y convincente, transmitiendo la lucha interna del personaje entre su deber, su honor y sus deseos. Clive Owen, por su parte, ofrece una actuación igualmente memorable como el duque de Alençon. Su encanto, su inteligencia y su cierta frialdad crean un personaje que es a la vez irresistible y misterioso. El elenco secundario, incluyendo a Mark Strong y Samantha Morton, también aporta fuerza y profundidad a la narrativa. Es particularmente notoria la química entre Madden y Owen, que le da verosimilitud a la tensión romántica que impulsa la trama.

El guion, adaptado de la novela de Balzac, es una laborosa tarea. Gilliam, junto con sus colaboradores, logra condensar la complejidad de la historia en una película de duración razonable. Si bien el ritmo es irregular en algunos momentos, la película se centra en el desarrollo de los personajes y en la exploración de sus emociones. El guion, sin embargo, puede resultar un poco denso y, en ocasiones, excesivamente predecible. La película no busca revolucionar el género romántico, pero sí ofrece una perspectiva fresca y provocadora, mostrando las consecuencias de las decisiones impulsivas y la inevitabilidad del fracaso. La tensión sexual se maneja con habilidad, evitando caer en la vulgaridad y centrándose en el conflicto interno de los personajes y en la representación de la pasión. La película explora las trampas de la ambición y la corrupción, mostrando cómo el honor y la reputación pueden ser fácilmente sacrificados en nombre del poder.

Nota: 7/10