Transporter (2002)

“Transporter” no es un thriller de acción complejo ni un manifiesto sobre la ética en la guerra. Es, simplemente, un vehículo para el espectáculo puro, un ejercicio de estilismo y adrenalina que, a pesar de sus evidentes limitaciones, logra resultar entretenido y, en algunos momentos, sorprendentemente efectivo. La película, estrenada en 2002, se aferra a una premisa simple pero intrigante: un ex miembro de las Fuerzas Especiales, Frank Martin, mantiene un estricto código de conducta mientras realiza trabajos de transporte, operando bajo la mirada severa de un cliente anónimo llamado “Wall Street”. La dirección de Louis Leterrier, en su debut en el cine, se distingue por un ritmo frenético, una fotografía cuidada y una utilización magistral del montaje para construir la tensión de forma sostenida.

Jason Statham ofrece una interpretación sólida como Frank Martin. Su personaje es un hombre de pocas palabras y acciones, donde la fuerza física y la destreza en el manejo de vehículos se combinan con una lealtad silenciosa a sus reglas. Statham no necesita diálogos recargados; su presencia en pantalla, la manera en que domina el coche y sus movimientos fluidos, ya son suficientes para comunicar la personalidad de Frank. Sin embargo, debo admitir que la caracterización de Frank podría haber sido más profunda. Sus reglas, si bien sirven como hilo conductor, se mantienen un tanto rígidas y poco exploradas, evitando un análisis más allá de la simple conveniencia narrativa.

La película, pese a su insistencia en el espectáculo visual, tiene algunas fallas de guion. Los detalles de las misiones de Frank, generalmente involucrando entregas complejas y peligrosas, son a menudo superficiales. A pesar de la escala de las operaciones, la trama se centra principalmente en la logística del transporte, relegando la elaboración de los objetivos y las motivaciones de los clientes al segundo plano. Esta falta de desarrollo en la trama principal contribuye a que la película se siente, a veces, como una sucesión de secuencias de acción muy bien coreografiadas, pero desprovistas de un arco argumental convincente.

El valor real de “Transporter” reside en su ejecución. La coreografía de las escenas de acción, especialmente aquellas que involucran el coche, es impecable. La persecución en la autopista, con el coche de Frank zigzagueando entre los vehículos, es uno de los momentos más memorables de la película. Leterrier logra crear una sensación de caos controlado, donde cada movimiento parece deliberado y calculado. El diseño de producción, que incluye el icónico Mercedes, contribuye a la atmósfera elegante y moderna de la película. En definitiva, "Transporter" es una película que no busca ser un gran drama, sino un entretenimiento rápido, dinámico y visualmente estimulante.

Nota: 6/10