“Tres idiotas y una bruja” es una comedia negra y retorcida que, a pesar de sus elementos más excéntricos, logra mantener un cierto carisma y una atmósfera inquietante. La película, dirigida por Scott Cooper, se sitúa firmemente en el género del thriller psicológico, aunque con un toque distintivo que la hace más accesible y menos oscura que otras obras del mismo género. Cooper se permite ser audaz y experimentar con el tono, ofreciendo un enfoque poco convencional para una historia que, en esencia, trata sobre la amistad, la obsesión y la manipulación.
La película se centra en la dinámica entre Darren, Wayne y J.D., tres amigos con personalidades muy marcadas que se ven desarraigados por la aparición de Judith, una psiquiatra que, con una astucia calculada, logra aislar a Darren de su círculo cercano. Las actuaciones son, en su mayoría, excepcionales. Chris Pine, como Darren, maneja con maestría la transformación del personaje, mostrando su progresiva desintegración y la creciente paranoia. Kyle Chandler, como Wayne, aporta un peso emocional y una inquietante calma al personaje, mientras que Casey Affleck, como J.D., ofrece un retrato sutil pero revelador de la obsesión y la necesidad de controlar la situación. Sin embargo, se echa en falta una mayor profundidad para algunos personajes secundarios, aunque esto no impide que el núcleo central de la historia sea convincente.
El guion, coescrito por Cooper y Mark Duplass, es una de las mayores fortalezas de la película. La trama se desenvuelve a un ritmo pausado pero constante, construyendo gradualmente la tensión y el suspense. La película juega con la ambigüedad moral, presentando a los personajes como seres complejos y falibles. No se juzga abiertamente a ninguno, permitiendo que el espectador se cuestione quién es el verdadero villano de la historia. La resolución, aunque previsible, es efectiva y ofrece un cierre satisfactorio a la trama. Los diálogos son ágiles y afilados, y la película incorpora elementos de humor negro que aligeran la carga dramática sin restar credibilidad a la historia.
La dirección de Cooper es precisa y cuidadosa. El uso de la cámara, a menudo en primeros planos, crea una atmósfera claustrofóbica y enfatiza la vulnerabilidad de los personajes. La banda sonora, con un diseño sonoro inquietante, contribuye a la atmósfera general de suspense. Si bien el ritmo puede resultar lento para algunos espectadores, la película recompensa la paciencia del público con una experiencia cinematográfica original y perturbadora. Es una película que se queda contigo después de que terminan los créditos, invitando a la reflexión sobre la naturaleza de la amistad, la obsesión y el poder de la manipulación. Se trata de una comedia negra que se mueve con elegancia en el terreno del thriller, ofreciendo una visión refrescante y a la vez inquietante del drama humano.
Nota: 7/10