Tres solteros y un biberón (1985)

“Tres solteros y un biberón” no es una película que te deje con una reflexión profunda sobre la paternidad o el impacto de la inesperada llegada de un hijo. Más bien, es una comedia de enredos con una premisa curiosa y una ejecución que, si bien ofrece momentos de hilaridad, termina decepcionando ligeramente por su falta de sustancia y su ejecución un tanto desordenada. La premisa –tres amigos, completamente ajenos a la crianza, que se ven obligados a criar a un bebé recién nacido– es en sí misma rica en potencial cómico, y la película explota algunos de esos momentos, sin duda.

La dirección de Thomas Balck bien gestiona el ritmo de la narración, manteniendo el interés del espectador en los primeros actos. Se centra en la confusión inicial de los personajes, en sus intentos torpemente por entender los ritmos y las necesidades de un bebé, y en las frustraciones que esto conlleva. El humor se basa principalmente en la exageración de situaciones cotidianas, en los errores infantiles y en el contraste entre las expectativas de los padres y la realidad de la crianza. Sin embargo, la película carece de un estilo visual distintivo y de una dirección de fotografía que contribuya a crear una atmósfera más envolvente. Se siente, en ocasiones, como una comedia de situación reciclada, con la misma fórmula aplicada a una nueva premisa.

Las actuaciones son, en general, sólidas. Julian Levy, como el personaje principal, Diego, entrega una interpretación convincente, transmitiendo la incredulidad y la angustia de un hombre que nunca ha tenido nada que ver con los bebés. Los actores que le acompañan, Pablo Hermann y Daniel Hugg, complementan bien su desempeño, aportando al humor y a la dinámica del grupo. Se notan que tienen química, lo cual es fundamental para el éxito de una comedia de este tipo. No obstante, algunos diálogos resultan un poco forzados y se echan de menos momentos de mayor profundidad emocional para los personajes.

El guion es, quizás, el punto débil de la película. A pesar de la premisa interesante, la trama se desenvolve de forma predecible y carente de originalidad. Los conflictos se resuelven de manera rápida y poco creíble, y la película no explora las implicaciones emocionales de la situación de forma suficientemente profunda. Se siente que se trata de una comedia “para reírse de” más que de “reflexionar sobre”. Aunque hay algunos pequeños detalles cómicos bien planteados, la película en su conjunto carece de la complejidad y la sustancia necesarias para dejar una impresión duradera. El ritmo es irregular, alternando momentos de tensión con situaciones cómicas que, en algunos casos, parecen artificiales y sacadas de la nada. La comedia, en definitiva, se basa en lo absurdo, pero no siempre logra ser realmente impactante.

Nota: 6/10