Tributo (1980)

“Tributo” (1967), de Robert Aldrich, es una película que no es fácil de digerir. No se trata de un melodrama tradicional, sino de una disección psicológica dolorosa, una exploración inquietante de la soledad, la culpa y la incapacidad de conectar. Aldrich se atreve a presentar un protagonista, Scottie Anderson, interpretado con una magistral sutileza por Charlton Heston, que es, en esencia, un hombre roto. Heston entrega una actuación memorable, no a través de grandes explosiones dramáticas, sino a través de la silenciosa y constante irradiación de un malestar profundo. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que se limita a mostrar el proceso de una agonía interna, un descenso lento y persistente a la desesperación.

La dirección de Aldrich es impecable. Su estilo visual, caracterizado por la iluminación contrastada y la fotografía sombría, es fundamental para transmitir la atmósfera opresiva que reina en la película. Aldrich utiliza planos cerrados para enfatizar la introspección de Scottie, mientras que los exteriores, a menudo brumosos y lluviosos, reflejan su aislamiento del mundo. La película, con su ritmo deliberadamente lento, nos obliga a acompañar a Scottie en su viaje, sintiendo cada una de sus dudas y sus angustias. No es una película para dejarse ver de un tirón, sino para ser absorbida con paciencia y atención al detalle.

El guion, adaptado de la novela de Erskine Childers, es sorprendentemente complejo para la época. No rehúye temas difíciles como la infidelidad, la culpa y el perdón, pero lo hace con una honestidad brutal y sin sentimentalismos. La relación entre Scottie y la mujer de su jefe, la elegante y enigmática Sylvia (Ruth Ryder), es el eje central de la trama y está cargada de tensión sexual y emocional. Sin embargo, la película va más allá de la simple historia de amor, explorando las profundas heridas emocionales que atormentan a Scottie. Aldrich no intenta rehabilitar al protagonista, sino que lo presenta como un hombre que está en constante lucha consigo mismo.

Si bien la película tiene un peso emocional considerable, no es ajeno al cine de género. La presencia de un thriller subyacente, con la amenaza constante de la mafia rusa y el peligro que Scottie corre al involucrarse en los negocios de su jefe, añade una capa de suspense y drama. Pero, en última instancia, "Tributo" es una película sobre la condición humana, sobre la búsqueda de la redención y la dificultad de superar el pasado. La película explora la idea de que a veces el pasado es tan pesado que no se puede escapar de él, y que el perdón, si es que existe, es un proceso lento y doloroso.

Nota: 7/10