Trolls (2016)

“Trolls” es un torbellino de color, ritmo y melodía que, sin duda, pretende conquistar al público más joven. Sin embargo, tras la aparente superficialidad y la exultación constante, se esconde una película con un potencial más profundo que, a mi juicio, no se explota por completo. La dirección de Benji Bright y Paul F. Friedman es, en esencia, competente. Logran crear una estética vibrante, casi psicodélica, que se adhiere a la esencia de los personajes y a la idea de un mundo donde la música es la moneda de cambio. El uso de colores saturados, la coreografía en las canciones y la presentación de los escenarios son elementos visuales muy efectivos para atraer a la audiencia infantil, y para aquellos que se dejan llevar por la euforia generalizada.

El corazón de la película reside en la interpretación de Anna Kendrick como Poppy, la líder de los Trolls. Kendrick ofrece una interpretación entrañable y llena de matices. Su Poppy no es simplemente una princesa feliz y optimista; es una líder que, a pesar de su vitalidad, siente miedo y duda. La película explora, aunque de forma predecible, la importancia de la vulnerabilidad y la necesidad de buscar ayuda. La química entre Kendrick y Justin Timberlake, quien interpreta Branch, el anti-Troll, es excelente. Timberlake aporta una dosis de sarcasmo y un contrapunto necesario a la exuberancia de Poppy, creando una dinámica que, a veces, funciona a la perfección.

No obstante, el guion, aunque entretenido, se limita a repetir fórmulas ya vistas en el género musical animado. Los gags son fáciles y poco originales, y la trama central, una búsqueda de rescate con obstáculos predecibles, no ofrece sorpresas. La historia de los Gelfs, las criaturas que han secuestrado a los Trolls, es un cliché que se resuelve de manera demasiado rápida y sin desarrollar completamente. Además, el humor, a menudo dirigido directamente a los niños, resulta a veces forzado y carente de sustancia. Los temas de la amistad, la aceptación y la importancia de creer en uno mismo, aunque presentes, se presentan de una manera simplificada y sin profundizar en sus complejidades. Se podría haber buscado un mayor nivel de originalidad en la forma de abordar estos temas fundamentales.

A pesar de estas deficiencias, “Trolls” tiene su encanto. La banda sonora, compuesta por Justin Timberlake y otros artistas, es, sin duda, uno de sus mayores atractivos. Las canciones son pegadizas y llenas de energía, y la selección de temas que acompañan a la acción son relevantes para el desarrollo de la trama. El filme logra, en última instancia, ser una película agradable para ver, especialmente con la familia, pero es una experiencia que, en mi opinión, podría haber sido mucho más que una simple explosión de color y música.

Nota: 6/10