Troya (2004)

“Troya”, la ambiciosa apuesta de Wolfgang Petersen, es un espectáculo visualmente impresionante que, sin embargo, se siente desprovisto de la profundidad y la sutileza que podría haberle conferido la magnitud de su tema: la guerra, el honor y la perdición. La película se sitúa en un terreno resbaladizo, intentando narrar la épica saga de la guerra de Troya, pero terminando por diluirla en un despliegue grandioso, aunque a veces superficial, de batallas y luchas. Petersen, conocido por su maestría en el manejo del melodrama, consigue crear una atmósfera de tensión palpable y una sensación de inminente catástrofe, pero no logra que el espectador se involucre realmente en las vidas de sus personajes.

Las actuaciones son, en general, sólidas. Brad Pitt, como el enigmático Paris, ofrece una presencia magnética, interpretando con una cierta ambigüedad que lo hace tanto seductor como trágico. Orlando Bloom, como Aquiles, proporciona la intensidad física que el personaje exige, aunque su actuación carece de la profundidad psicológica que podría haberle dado mayor peso. Elena Anisimova, como Helena, intenta transmitir la complejidad de su decisión, pero su personaje queda, en última instancia, reducido a una simple víctima de la ambición masculina. Gerard Butler, en el papel de Agamenón, interpreta con una intensidad veraz, sin embargo, el guion no le permite explorar suficientemente la ambivalencia de su personaje: la lucha por el honor se enturbia con la codicia que lo impulsa a la guerra.

El guion, adaptado de la obra teatral “Troya” de David Belasco, es quizás el punto más débil de la película. Si bien se intenta plasmar la complejidad de las motivaciones de los personajes, se reduce a menudo a clichés y a la simplificación de las relaciones dramáticas. La película se siente desprovista de la introspección que podría haber elevado la narrativa más allá de la mera descripción de eventos bélicos. Se trata de un relato más centrado en el espectáculo de la batalla que en la comprensión de las causas subyacentes del conflicto. La dirección de arte y la coreografía de las batallas son excepcionales, Petersen despliega un despliegue de efectos especiales y escenas de acción de gran factura que, sin embargo, no compensan la falta de sustancia emocional y la superficialidad de algunos diálogos. La película, en definitiva, se queda a medio camino entre una épica cinematográfica y un simple entretenimiento.

A pesar de sus fallos, “Troya” es una experiencia visualmente gratificante que ofrece una perspectiva moderna y, en cierto modo, empática de la historia de la guerra de Troya. No obstante, carece de la profundidad y la complejidad necesarias para ser considerada una obra maestra.

Nota: 6/10