Un amor con mucho fuego (1995)

“Un amor con mucho fuego” es un thriller de comedia negra con un ritmo implacable que te atrapa desde sus primeros minutos. La película, dirigida con una maestría sorprendente por David O'Sullivan, se sirve de una premisa original y, para muchos, inesperada: la destrucción de una pastelería como catalizador de una intrincada red de mentiras, deseos y, por supuesto, incendios. Si bien la historia presenta elementos que recuerdan a las películas de Chandler o los diálogos sardónicos de las comedias de Neil Simon, O'Sullivan logra infundirle un toque moderno y una atmósfera particular, gracias en gran parte a su manejo de la paleta de colores y a una edición que mantiene la tensión al máximo.

El guion, coescrito por O'Sullivan y Jake Smith, es lo más destacable de la producción. Evita caer en clichés y sorprende con sus giros, manteniendo al espectador en vilo. La trama, aunque a veces se vuelve un poco compleja, está bien construida y el desarrollo de los personajes, aunque no siempre profundísimo, es suficiente para que el público se involucre emocionalmente en sus destinos. La película se beneficia de un diálogo inteligente, a menudo humorístico, que no escatima en sarcasmo y que contribuye a la atmósfera general. Sin embargo, debo señalar que algunos de los elementos más exagerados de la trama podrían haber sido recortados para una mayor cohesión.

El reparto cumple con creces las expectativas. Liam O'Donnell, como Sergio, ofrece una interpretación convincente, transmitiendo la desesperación y la frustración de un hombre atrapado en una situación de desventaja. Hattie, interpretada por una Sophie Ward electrizante, irradia vitalidad y una ambición que la convierte en una antagonista interesante, lejos de ser una simple villana. La química entre O'Donnell y Ward es palpable y fundamental para el éxito del thriller. Pero la verdadera joya del reparto es James MacIvor, quien da vida a Garet con una torpeza que resulta hilarante y, al mismo tiempo, inquietante. Su personaje, con sus motivaciones oscuras y su obsesión por Stephanie, crea un aura de peligro constante. Además, la interpretación de Emma Bailey como Stephanie, aunque breve, es memorable, atrapando la atención con su vulnerabilidad y su determinación.

En términos de dirección, la película se beneficia de una estética visual atractiva y una banda sonora que complementa a la perfección la acción. La fotografía, con su uso de colores cálidos y vibrantes, evoca tanto la dulzura de una pastelería como el calor de una llama. El trabajo de los diseñadores de producción es impecable, creando un ambiente creíble y estimulante. La película, en general, se mueve con una precisión casi cirúrgica, manteniendo el ritmo trepidante desde el principio hasta el final. No es una obra maestra, pero sí una película divertida, inteligente y, sobre todo, original. Un thriller de comedia negra que sabe mantener la tensión y sorprender al espectador.

Nota: 7.5/10