“Un asunto de amor” (An Affair to Remember) es un melodrama clásico del 71, una película que, a pesar de su antigüedad, conserva un aura de nostalgia y una persistente habilidad para evocar sentimientos de anhelo. El filme, dirigido con elegancia por Clausel, no es una obra maestra revolucionaria, pero sí un ejercicio admirable de la cinematografía romántica, un relato sobre el amor prohibido y la fragilidad de la esperanza. La película no intenta sorprender con giros argumentales ni efectos especiales; su poder reside en la sutileza y la fuerza emocional de sus personajes.
La dirección de Clausel es metódica y contemplativa. Observamos a Mike y Terry en escenas íntimas, a menudo interrumpidas por silencios prolongados que cargan el aire de tensión. La paleta de colores, cálida y con predominancia de tonos ocres, contribuye a la atmósfera melancólica y a la sensación de que estamos presenciando un sueño fugaz. La banda sonora, presente pero discreta, refuerza la carga emocional del filme, eligiendo piezas musicales que complementan los momentos de intimidad y de desesperación. El uso de la cámara, en su mayoría en planos medios y cerrados, nos permite conectar directamente con las emociones de los personajes, casi como si estuviéramos participando en su proceso de introspección.
Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte de la película. Cary Grant, en el papel de Mike, ofrece una interpretación magistral de un hombre atrapado entre el deber y el deseo. Su Mike es un hombre educado, responsable, pero también vulnerable y profundamente afectado por la presencia de Terry. Ingrid Bergman, por su parte, irradia un magnetismo innegable. Su Terry es una mujer inteligente, sensible y con una necesidad imperiosa de ser amada. La química entre Grant y Bergman es palpable, y sus interacciones, aunque a veces tensas, están llenas de una conmovedora intensidad. No se trata de un amor apasionado y exuberante, sino de un amor más profundo y silencioso, basado en el respeto y la comprensión mutua.
El guion, escrito por Frank Capra y Samuel A. Merritt, se centra en la delicada dinámica entre los dos personajes. La decisión de no verse durante tres meses es un mecanismo narrativo inteligente que permite al público experimentar la angustia del anhelo y la incertidumbre del futuro. Sin embargo, la película, en su intento por explorar la naturaleza del amor, ocasionalmente recurre a clichés románticos, especialmente en el final. No obstante, la fuerza de la historia y la autenticidad de las emociones transmitidas logran superar estas pequeñas debilidades. La película explora la idea de que el amor verdadero puede trascender las barreras del tiempo y la distancia, pero también señala la fragilidad de la esperanza cuando se enfrenta a la realidad. Es, en definitiva, una reflexión sobre la importancia de vivir el momento y de no aferrarse demasiado a los sueños.
Nota: 7/10
