Un escándalo de estado (2022)

“Un escándalo de estado” no es una película que te golpea desde el primer minuto. Es un thriller político que se construye lentamente, con una paciencia admirable y, a veces, exasperante. La historia, basada en hechos reales, narra la investigación de Stéphane Vilner, un joven periodista, tras recibir una llamada de un antiguo topo, Hubert Antonie, que le afirma que existe una red de narcotráfico operada desde dentro de las altas esferas de la policía francesa, liderada por el influyente Jacques Billard. La película no se centra en el drama puro y duro del crimen organizado, sino en la meticulosa y ardua tarea de Vilner para exponer la verdad. Y es precisamente esa lentitud, al principio, la que puede resultar desconcertante, pero que, eventualmente, se convierte en su mayor fortaleza.

La dirección de Frédéric Fonteyne es precisa y efectiva. La película se desenvuelve con un ritmo pausado, privilegiando la atmósfera sombría y claustrofóbica de la investigación. La fotografía de Sophie Monetti contribuye enormemente a esta sensación. Los tonos grises y apagados, las escenas nocturnas, los pasillos laberínticos de los edificios policiales... todo evoca una atmósfera de desconfianza y conspiración. Fonteyne evita los clichés del thriller político, centrándose en el personaje de Vilner, su vulnerabilidad y su determinación. La película, sin embargo, no es un ejemplo de virtuosismo técnico; su fuerza reside en la capacidad de generar tensión y suspense a través de la narración y la atmósfera.

Las actuaciones son sólidas, aunque no espectaculares. Samuel Soubin, como Vilner, ofrece una interpretación convincente, transmitiendo la frustración y el miedo del periodista mientras se adentra en un mundo de mentiras y manipulación. Christophe Ferreira, por su parte, está magnífico como Jacques Billard, un hombre poderoso y carismático, que encarna la figura del “buen policía” con un pasado turbio. Sin embargo, el elenco secundario, en general, no alcanza la misma profundidad, lo que contribuye a la sensación de que la película se centra demasiado en la dinámica entre Vilner y Billard.

El guion, escrito por Frédéric Fonteyne y Thierry de Benedictis, es inteligente y bien construido, pero también sufre de cierta excesiva complejidad. La trama se complica con personajes secundarios que, aunque interesantes, terminan saturando la historia. La película explora temas como la corrupción, el abuso de poder y la ética policial, pero no profundiza lo suficiente en ninguno de ellos. El ritmo pausado, aunque efectivo, puede resultar tedioso en algunos momentos, y la resolución final, aunque satisfactoria, carece del impacto dramático que podría haber tenido. La película, en definitiva, es un thriller político interesante pero poco ambicioso, que plantea preguntas importantes pero no las responde de manera definitiva.

Nota: 7/10