Un gato en París (2010)

“Un Gato en París” es una película que, paradójicamente, no llega a ser tan cautivadora como su título sugiere. La premisa, un gato con doble vida y un intrincado entramado de robos, venganza y secretos familiares, prometía una aventura visualmente estimulante y llena de suspense. Sin embargo, la película, dirigida por Michel Ocelot, se queda en una animación encantadora pero, en última instancia, superficial.

El director consigue un ambiente parisino espectacular, recreando la ciudad con un detalle y una atmósfera que invitan al espectador a perderse entre sus calles empedradas y sus tejados cubiertos de niebla. La estética visual, con sus colores vibrantes y sus trazos estilizados, es sin duda uno de los puntos fuertes de la película. Cada toma, especialmente las escenas nocturnas en los tejados, es una obra de arte en sí misma. Sin embargo, esta belleza visual a menudo compensa la falta de profundidad en la narrativa.

El guion, escrito por Michel Ocelot y Guillaume Daragon, se aferra demasiado a clichés del género de detectives y persecuciones. La trama, aunque ingeniosa al principio, se vuelve predecible y llena de giros forzados que no logran sorprender. Los personajes, con la excepción de Zoé, interpretada con una intensidad conmovedora por la joven Astrid Gugbil, carecen de complejidad y se reducen a arquetipos. Jeanne, la comisaria atormentada, se presenta como un cliché de la mujer fuerte y decidida, y Victor Costa, el villano, se queda en una caricatura de criminal despiadado. La relación entre Dino y Zoé, aunque conmovedora a puntos, se siente a menudo más como un elemento adyacente a la trama principal que una fuerza motriz.

Las voces originales, lideradas por Louis Garrel como Dino, son, en su mayoría, sólidas. Garrel aporta un toque de elegancia y melancolía al felino protagonista, pero su interpretación a veces se ve eclipsada por la sobreactuación de otros actores de doblaje. La actuación de Astrid Gugbil como Zoé, sin embargo, destaca por su naturalidad y vulnerabilidad, transmitiendo con eficacia el dolor y la soledad de una niña que ha perdido la voz. Se intuye un potencial enorme en su interpretación que no se explota al máximo.

En definitiva, “Un Gato en París” es un disfrute visual, una película que ofrece un vistazo a la belleza de París y que cuenta una historia entretenida, aunque carente de originalidad y profundidad. Es una película para ver con niños o para aquellos que buscan una animación estimulante, pero no para quienes esperan una narrativa compleja y un desarrollo de personajes profundo. Si bien la estética y el ambiente parisino son innegablemente atractivos, la película no logra trascender su género y quedarse en un simple entretenimiento.

Nota: 6/10