Un hombre lobo americano en París (1997)

“Un hombre lobo americano en París” es una propuesta sorprendentemente refrescante dentro del género de terror romántico, aunque con algunas deficiencias inherentes a su ambición. La película, dirigida por David Moreau y Xavier Palud, se distancia de las convenciones habituales del 'slasher' o el terror sobrenatural puro, apostando por una atmósfera de misterio, intriga y una sutil construcción de suspense que, en muchos momentos, resulta muy efectiva. El argumento, aunque previsible en su base, explora temas como el amor, la pérdida y la redención a través de una lente inusual: la transformación física y psicológica. La idea de un hombre que, tras un encuentro fortuito, se ve envuelto en un secreto que podría llevarlo a la bestia es, en esencia, interesante y se presenta con un cierto magnetismo.

La dirección de Moreau y Palud se destaca por su sensibilidad visual. París, como siempre, es una protagonista en sí misma, y la película consigue capturar la belleza decadente de la ciudad, utilizando la iluminación y la composición para crear una atmósfera melancólica y, a veces, opresiva. Sin embargo, la película no se conforma con ser un simple festival visual; busca transmitir emociones a través de la lente de la transformación, y esto se refleja en la actuación de Michael Cera, quien interpreta a Andy con su habitual mezcla de vulnerabilidad y torpeza. Cera no se esfuerza por sobreactuar, sino que ofrece una interpretación natural y convincente, transmitiendo la confusión y el temor que siente al poco tiempo Andy ante la revelación de los secretos que esconde Serafine.

La interpretación de Karine Georget como Serafine es, sin duda, el corazón de la película. Georget ofrece una actuación potente y matizada, su personaje es complejo y ambiguo, y logra generar empatía en el espectador. Sin embargo, el guion, en ocasiones, se siente un tanto apresurado. La revelación de la verdadera naturaleza de Serafine, y las consecuencias que derivan de ella, se presentan con cierta rapidez, dejando la sensación de que se podrían haber explorado con mayor profundidad. Además, la subtrama romántica, aunque interesante, no siempre se integra plenamente en la trama principal, y resulta un poco desequilibrada respecto a la historia central.

No obstante, la película compensa estas deficiencias con una atmósfera de incertidumbre constante. La transformación de Serafine, aunque no siempre espectacular, se representa de forma sutil y perturbadora, utilizando efectos visuales moderados que se complementan con la interpretación actoral. La banda sonora, minimalista pero efectiva, contribuye a reforzar la sensación de inquietud y misterio. En definitiva, “Un hombre lobo americano en París” es una película que, aunque no llega a ser un clásico del género, ofrece una experiencia cinematográfica original y recomendable para aquellos que buscan algo diferente del terror convencional. No es una obra maestra, pero sí una propuesta digna de ser vista, especialmente si se aprecia la dirección artística y la interpretación de sus protagonistas.

Nota: 6.5/10