Un largo adiós (1973)

“Un largo adiós” (1973) de Robert Aldrich es una película que se queda con la piel, no por su espectacularidad visual (aunque ésta es notable), sino por la atmósfera opresiva que genera y por la lentitud con la que desvela una trama de intriga y desesperación. Más allá de un simple thriller, se trata de una exploración visceral de la culpa, el remordimiento y el peso del pasado, elementos que Aldrich magistralmente entrelaza a lo largo de casi tres horas. La película no se regodea en sangre ni en violencia explícita, sino que se centra en la tortura psicológica de sus personajes, en la constante sensación de que algo terrible ha sucedido y que, aunque no se vea, está presente en cada uno de sus movimientos.

La dirección de Aldrich es impecable. El uso del color, especialmente el azul intenso que impregna la mayor parte de la película, crea una paleta visual que refuerza la sensación de melancolía y tristeza. La composición de las escenas, con sus ángulos inusuales y su uso del espacio vacío, contribuye a la sensación de aislamiento y paranoia que experimentan los personajes. Aldrich construye una tensión palpable desde el principio, utilizando la música y el sonido de forma sutil pero efectiva. El ritmo pausado, lejos de resultar aburrido, permite al espectador sumergirse en la mente de los protagonistas y vislumbrar la descomposición moral que se avecina. Hay momentos de pura angustia que te erizan la piel y te hacen reflexionar sobre la fragilidad del hombre.

La película se sostiene en gran medida gracias a las actuaciones de sus protagonistas. James Garner, como Philip Marlowe, ofrece una interpretación sutil y creíble como un hombre atormentado por su pasado y obligado a lidiar con las consecuencias de las acciones de su amigo. Su Marlowe no es un héroe, sino un hombre común, vulnerable y con una moral ambigua. Gregory Peck, en el papel de Terry Lennox, transmite un terror silencioso y una desesperación que son aún más impactantes gracias a su reserva actoral. La química entre Garner y Peck es fundamental para la credibilidad de la relación entre los dos hombres, un vínculo de amistad erosionado por la culpa y la desconfianza.

El guion, adaptado de la novela de Robert Daley, es complejo y se basa en un lenguaje narrativo circular. La trama se desarrolla a través de flashbacks y recuerdos, fragmentando la información y obligando al espectador a reconstruir la verdad. La película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones claras, dejando al final al espectador con la sensación de que la verdad es relativa y que la culpa es un sentimiento ineludible. Aunque el ritmo puede resultar lento para algunos, la profundidad de la trama y la complejidad de los personajes la convierten en una experiencia cinematográfica inolvidable. “Un largo adiós” no es una película para ir a ver si buscas entretenimiento inmediato, sino para aquellos que disfrutan de la introspección y la reflexión sobre los dilemas morales del ser humano.

Nota: 8.5/10