Un lugar tranquilo (2018)

“Un lugar tranquilo” (A Quiet Place) es mucho más que una simple película de terror; es una visceral exploración de la supervivencia, la familia y el poder del lenguaje, incluso cuando este se desvanece. La dirección de John Krasinski es magistral, construyendo una atmósfera de tensión constante que, en ocasiones, se vuelve casi claustrofóbica. Krasinski no se limita a sustos repentinos, sino que utiliza el sonido, o la ausencia de él, como la principal herramienta para manipular la percepción del espectador, obligándolo a anticipar cada amenaza y a sentir la paranoia inherente a la situación.

La película se centra en la familia Abbott, liderada por Lee (John Krasinski) y Evelyn (Emily Blunt), quienes, tras la muerte de su hijo, se ven obligados a vivir en un mundo devastado por extraños y peligrosos seres sensibles al sonido. Su estrategia de supervivencia, basada en el silencio absoluto, es tanto una forma de protección como una herida abierta que simboliza la pérdida y el sacrificio. La película demuestra, con creces, que la comunicación no siempre reside en las palabras, sino en el lenguaje corporal, la mirada y el gesto, elementos que se hacen especialmente notables en la familia Abbott, quienes se han visto obligados a comunicarse a través de la lengua de señas.

Las actuaciones son excepcionales. John Krasinski, además de dirigir, ofrece una interpretación natural y aterradora como Lee Abbott, un hombre atormentado por la culpa y consumido por el miedo, pero que lucha por proteger a su familia a toda costa. Emily Blunt, por su parte, interpreta a Evelyn con una fuerza silenciosa, transmitiendo una vulnerabilidad palpable y una determinación implacable. La actuación de Millicent Simmonds, la hija adolescente Regan, es particularmente conmovedora, elevando la película a un nivel emocional más profundo. El resto del elenco secundario también cumple con creces, aportando profundidad a la narrativa y contribuyendo a la sensación de urgencia.

El guion, co-escrito por Krasinski y Scott Freydman, es, en gran medida, la joya de la corona. Evita los clichés del género de terror y se centra en el impacto psicológico de la situación, explorando las consecuencias del trauma, el miedo a perder a seres queridos y la complejidad de la maternidad. Si bien la premisa puede parecer inverosímil, la película se siente genuinamente aterradora gracias a la construcción meticulosa de las reglas del mundo, la progresión de la tensión y las decisiones de los personajes, que son siempre las más lógicas dentro de las circunstancias extremas que enfrentan. La película también presenta un interesante comentario sobre la importancia de la empatía y la conexión humana, mostrando cómo, incluso en un mundo donde el sonido es mortal, la capacidad de comprender y de apoyarse mutuamente puede ser el factor determinante para la supervivencia.

Nota: 8.5/10