Un marido para mi mujer (1993)

“Un marido para mi mujer” (Un Married Man) es una comedia romántica con un núcleo argumental sorprendentemente audaz para su época, y a pesar de sus evidentes limitaciones técnicas y de producción, ofrece una mirada interesante al machismo y a las expectativas sociales sobre el rol de la mujer. La película, estrenada en 1987, busca, y a menudo logra, provocar al espectador con una premisa que, aunque pueda parecer chocante a simple vista, se justifica con una ejecución bastante inteligente y, en ocasiones, subversiva.

La dirección de Richard Shephard, con un estilo visual directo y sin demasiados artilugios, se centra en la construcción del personaje de Gus, interpretado con una naturalidad encantadora por John Grisham, un actor que, de hecho, comenzó su carrera como abogado antes de dedicarse al cine. Grisham logra transmitir la desesperación y el humor negro de Gus, un hombre atrapado en una situación económica precaria y, aparentemente, sin salida. La película se desarrolla principalmente en la ciudad de Nueva York, un escenario que refuerza el ambiente de agitación y ambición que impregna la trama. A pesar de que la fotografía no es particularmente llamativa, cumple su función de ambientar la historia de forma efectiva.

El guion, escrito por Peter Miller y David Hochhauser, es el corazón de la película y donde reside su mayor fortaleza. La idea de que Gus busca un marido para su ex esposa, Leonora (interpretada con una frialdad calculada por Elizabeth McGovern), es un juego de ingenio que se sostiene gracias a la complejidad del personaje de Leonora. Ella no es simplemente una mujer a la que Gus quiere deshacerse; es una mujer exitosa, independiente y con su propio proyecto empresarial. La película explora, con sutilezas, el control que ejerce la sociedad sobre las mujeres y las presiones para que se ajusten a los roles de género preestablecidos. La trama se complica cuando Gus se enamora de una de sus pretendientes, poniendo en peligro no solo el plan original, sino también su propia integridad moral.

Las actuaciones son sólidas en su conjunto. Si bien el reparto secundario no destaca especialmente, Elizabeth McGovern ofrece una interpretación convincente de Leonora, aportando profundidad y matices al personaje. La comedia, a veces un poco forzada, se equilibra con momentos de tensión y reflexión, logrando mantener el interés del espectador. La película, sin embargo, sufre de una narrativa que a veces se siente apresurada, priorizando la resolución de la trama sobre el desarrollo exhaustivo de algunos personajes secundarios. A pesar de ello, la premisa y la dinámica entre los personajes, especialmente entre Gus y Leonora, generan un debate interesante sobre las relaciones, el amor y las expectativas sociales. Es una comedia que, más que entretener, invita a la reflexión, aunque con un final que, para algunos, puede resultar algo abrupto.

Nota: 7/10