Un mondo a parte (2024)

“Un mondo a parte” es una película que se abre como una puerta a un microcosmos de la Italia rural, un lugar donde las tradiciones y la comunidad siguen siendo pilares fundamentales. La película de Francesco Riezzo no es un bombardeo de espectacularidad visual, sino una observación pausada y, a su vez, profundamente conmovedora, sobre la vida de Michele, un profesor de primaria que se ve inesperadamente asignado a una escuela en el corazón de los Abruzos, Jurico, una institución al borde del cierre. Esta asignación, lejos de ser un desafío, se convierte en un acto de salvación, tanto para la escuela como para el propio Michele.

La dirección de Riezzo es magistral en su sutileza. No busca grandes gestos ni momentos grandilocuentes, sino que se centra en los detalles, en las pequeñas interacciones entre los personajes. Observamos el ritmo lento pero constante de la vida en Jurico, la belleza agreste de los paisajes abruceses, y la dignidad de un pueblo que se aferra a sus costumbres. Hay una atmósfera particular, casi melancólica, que se construye a través de la fotografía y el montaje. No es una película que te dice *qué* sentir, sino que te invita a *sentirlo* a través de la experiencia visual.

Las actuaciones son sobresalientes. Alessandro Borghi, como Michele, ofrece una interpretación conmovedora y llena de matices. Su personaje evoluciona a lo largo de la película, pasando de la preocupación inicial a la determinación, pasando por la aceptación y, finalmente, a la profunda conexión con los niños de la escuela. El resto del elenco, especialmente Lucrezia Lussardi como la subdirectora Agnese, complementan a la perfección a Borghi, aportando vitalidad y autenticidad. La química entre los actores es palpable, lo que contribuye a la credibilidad de la historia y a la sensación de que estamos presenciando un drama real.

El guion, adaptado de un libro de Valeria Mazzi, destaca por su realismo y su capacidad para explorar temas universales como la importancia de la educación, la lucha por la supervivencia, la búsqueda de pertenencia y la fuerza de la comunidad. No se simplifica la problemática de la escuela en peligro de cierre; se presenta con su complejidad inherente, mostrando las dificultades económicas, las opiniones encontradas y la responsabilidad que recae sobre los habitantes del pueblo. La película no ofrece soluciones fáciles, sino que permite al espectador reflexionar sobre el valor de la educación y la importancia de la unión frente a la adversidad. El uso del tiempo, con sus flashbacks que revelan el pasado de Michele, enriquece la narrativa y proporciona un contexto emocional a su personaje.

En definitiva, “Un mondo a parte” es una película contemplativa, emotiva y profundamente humana. No es una película que te dejas, sino una que te quedas pensando, recordándote la importancia de la conexión y la perseverancia. Es un retrato honesto y conmovedor de la vida en un pueblo italiano que, a pesar de sus desafíos, guarda una belleza y una dignidad innegables.

Nota: 8/10