Un monstruo en París (2011)

“Un monstruo en París” es una de esas películas que te atrapa desde la primera imagen, una historia de terror gótico ambientada en una París lúgubre y creíble que evoca la Belle Époque con una atmósfera opresiva y cargada de misterio. La película, dirigida por la dupla Michel Gondry y Xavier Dolan, no ofrece la acción vertiginosa habitual del género, sino que se centra en la construcción de personajes y en la exploración de las emociones, lo que resulta en una experiencia cinematográfica más contemplativa, aunque no por ello menos inquietante.

La dirección de Gondry y Dolan es magistral. El uso de la cámara, meticuloso y expresivo, juega un papel crucial en la narración. Las tomas largas, a menudo en primer plano, enfatizan el terror, la soledad y el desasosiego de los personajes. El juego con la perspectiva y el movimiento crea una sensación de inestabilidad y paranoia que se filtra en el espectador. Dolan, en particular, aporta una sensibilidad artística y una puesta en escena provocadora que le dan un toque único a la película, al tiempo que recuerda a obras como "El Gabinete del Doctor Caligari". El contraste entre la sobriedad visual y la naturaleza fantástica de la trama es un elemento distintivo que funciona excepcionalmente bien.

Las actuaciones son sobresalientes. Félix Lefèvre, como Emilio, transmite una vulnerabilidad y una nobleza que lo convierten en un personaje fácilmente identificable. Su evolución a lo largo de la película, desde un hombre cauto y reservado hasta un héroe que se enfrenta a sus miedos, es convincente y conmovedora. Louis Garrel, como Raúl, aporta un aire de melancolía y de fatalidad que define a su personaje. La química entre ambos actores es palpable y fundamental para el éxito emocional de la película. Su relación se desarrolla de forma natural, a pesar del contraste entre sus personalidades, y es la columna vertebral de la historia.

El guion, co-escrito por Gondry, Dolan y la actriz Noémie Merlant, es quizás el punto más fuerte de la película. La historia se narra con una economía narrativa, sin recurrir a explicaciones rebuscadas o revelaciones innecesarias. La película se alimenta de la sugestión, la ambigüedad y el simbolismo. La naturaleza del monstruo, en sí mismo, es un enigma, y la película deja al espectador con preguntas abiertas sobre su origen, su propósito y su verdadera identidad. Este enfoque en la incertidumbre es deliberado y efectivo, ya que obliga al espectador a participar activamente en la construcción del significado de la historia. Si bien la trama central es un cliché de “cazar monstruos”, la película eleva la premisa gracias a la atmósfera y a la profundización en los personajes.

En definitiva, "Un monstruo en París" es una película inquietante, original y visualmente impactante. No es un thriller de terror convencional, sino una exploración poética del miedo, la soledad y el amor. Es una experiencia cinematográfica que se queda en la memoria y que invita a la reflexión.

Nota: 8/10