Un océano entre nosotros (2018)

“Un océano entre nosotros” (Un Hombre y El Mar en su Título Original) es un biopic que se adentra en la compleja psique de Donald Crowhurst, un hombre marcado por una vida llena de oportunidades perdidas y una profunda sensación de fracaso. El director Kenneth Drazik consigue, con una fotografía impresionante y un ritmo pausado, capturar la atmósfera opresiva y la soledad que definió a Crowhurst, transformando el drama en una experiencia visceral. La película no es una glorificación del navegante, sino una exploración honesta de la fragilidad humana, la búsqueda de la trascendencia y las consecuencias de la ambición desmedida.

El guion, a pesar de que se centra en un evento deportivo singular, se enfoca principalmente en la evolución emocional de Crowhurst. Drazik evita la simplificación de la narrativa, profundizando en las razones subyacentes a sus acciones: el dolor por la pérdida de su hija, el resentimiento por la falta de reconocimiento en su carrera militar y un deseo desesperado de redención. La película no juzga directamente a Crowhurst, sino que lo presenta como un ser humano complejo, atormentado por sus demonios internos y propensos a la autodestrucción. La tensión narrativa se construye gradualmente, culminando en la inevitable confrontación con la verdad y las terribles consecuencias de sus mentiras.

Las actuaciones son particularmente sólidas. Nicholas Hoult, quien interpreta a Crowhurst, ofrece una interpretación sutil y convincente. Su rostro transmite la angustia, el miedo y la desesperación del personaje, sin caer en la exageración. La química entre Hoult y la actriz que le da vida a su esposa, Lyndsey Crowhurst (Emily Watson), es palpable y añade una capa de profundidad emocional a la historia. Watson, en particular, brilla al representar la desilusión y el dolor de una mujer que se siente traicionada por el hombre que ama. La película no idealiza el matrimonio, mostrando sus fracturas y el impacto devastador de las decisiones de Crowhurst en su vida personal.

La fotografía juega un papel crucial en el éxito de la película. Los planos a gran escala de los barcos y el mar evocan la inmensidad del desafío que Crowhurst se impone, al mismo tiempo que subrayan su propia insignificancia frente a la fuerza de la naturaleza. El color, cuidadosamente elegido, contribuye a la atmósfera melancólica y el sonido, con el rugido del viento y el sonido constante de las olas, sumergen al espectador en el mundo del mar y la experiencia del protagonista. “Un océano entre nosotros” no es un thriller deportivo en el sentido tradicional. Es una meditación sobre la ambición, la soledad y las consecuencias de nuestras acciones, un drama humano que invita a la reflexión.

Nota: 7/10