Un pacto de mil demonios (1981)

“Un Pacto de Mil Demonios” es una incursión visceral en el terror sobrenatural que, aunque no redefine el género, logra plantar una huella gracias a su atmósfera opresiva y a su enfoque en la desintegración moral de sus personajes. La película, dirigida por Michael Almereyda, no busca el espectáculo gore habitual, sino que se centra en explorar las consecuencias psicológicas de un trato con el Diablo, presentando una realidad donde la desesperación y la ambición pueden llevar a cualquier persona al abismo. La película se siente, en esencia, como un estudio de caso sobre la fragilidad del espíritu humano ante la tentación.

La dirección de Almereyda es notablemente estilizada. La película emplea una fotografía en blanco y negro, con toques vibrantes de rojo que marcan los momentos cruciales, creando una estética similar a la de “El Exorcista” de 1973, pero con un toque moderno y deliberadamente desaturado. El uso de primeros planos y movimientos de cámara precisos, a menudo lentos y contemplativos, enfatiza la inminencia del peligro y el estado mental alterado de los protagonistas. La música, también, juega un papel esencial, construyendo una sensación constante de inquietud y presagio. Aunque el estilo pueda resultar anticuado para algunos, contribuye de manera efectiva a la narrativa, sugiriendo una historia atemporal y universal.

El elenco principal brilla con fuerza. Bill Skarsgård, en el papel de Barney, logra una interpretación inquietante y sutil, alejándose de la caricatura del Diablo tradicional. Su Barney no es un villano seductor, sino una presencia amenazante, casi melancólica, que se alimenta del desespero y la vulnerabilidad de aquellos que le rodean. Ethan Hawke, como Max, entrega una actuación convincente, mostrando la transformación gradual de un hombre atormentado por la pérdida y la culpa, que se ve obligado a confrontar sus propios demonios mientras lucha por salvar a sus amigos. El resto del elenco, especialmente Sadie Sink y Caleb Landry Jones, cumplen con creces, transmitiendo la angustia y el miedo con una honestidad que eleva el nivel de la película. Las interacciones entre los personajes, llenas de dudas, recelos y decisiones desesperadas, son el corazón de la trama.

En cuanto al guion, la película se basa en una adaptación libre de la novela “El Pacto” de Chuck Palahniuk. Si bien la historia presenta conceptos interesantes y un planteamiento original, el ritmo puede resultar algo pausado en algunos tramos. A veces, la deliberación sobre las motivaciones de los personajes se extiende demasiado, disminuyendo el impacto emocional. Sin embargo, la película logra compensar esto con diálogos inteligentes y una exploración profunda de temas como la moralidad, la responsabilidad y la búsqueda de significado en un mundo caótico. La ambigüedad moral, la pregunta de si los personajes son víctimas o cómplices de su propio destino, es uno de los puntos fuertes de la película. La resolución, aunque impactante, no ofrece respuestas fáciles, dejando al espectador reflexionando sobre las consecuencias de las decisiones tomadas.

Nota: 7/10