“Un papá genial” (To Daddy) es una película que, a primera vista, parece un cliché. Un hombre de mediana edad, solitario y egoísta, se ve forzado a asumir la responsabilidad de un niño, y el resultado es una comedia dramática que, sin llegar a la perfección, logra ser sorprendentemente conmovedora. La dirección de Rob Lieber es sólida y mantiene un equilibrio delicado entre el humor absurdo y el corazón, evitando caer en la sentimentalidad gratuita y permitiendo que la transformación de Sonny Koufax (Paul Rudd) se desarrolle de forma creíble, aunque no siempre convencional.
Paul Rudd, como siempre, ofrece una actuación brillante. Su interpretación de Sonny Koufax es magistral; logra transmitir la apatía, el sarcasmo y, finalmente, la vulnerabilidad de un hombre que ha pasado su vida evitando el compromiso. Su personaje es profundamente imperfecto, y es precisamente esa imperfección la que lo hace tan relatable. La química que establece con el pequeño Julian (Charlie Stillitano) es genuina y el desarrollo de su relación es el núcleo emocional de la película. Stillitano, por su parte, realiza una actuación sorprendentemente madura para su edad, dotando a Julian de una personalidad definida y con la suficiente autenticidad para que la evolución de su vínculo con Sonny sea convincente.
El guion, coescrito por Lieber y Dan Solomon, se basa en un concepto interesante: la inmadurez de Sonny como catalizador para un cambio radical. Sin embargo, la película no se limita a la comedia fácil. Se adentra en temas como el duelo, la soledad, la importancia de la familia y la aceptación de la responsabilidad. La película explora la idea de que a veces, las mayores oportunidades de felicidad se encuentran en los lugares más inesperados. Si bien algunas secuencias humorísticas podrían haberse pulido aún más, la película se beneficia de un ritmo bien cuidado y de diálogos inteligentes, que, en su mayoría, logran ser tanto divertidos como reflexivos. El subtexto, con referencias a la cultura pop y a la vida de los famosos, le otorga un aire de frescura y modernidad.
El secundario, aunque no es tan prominente, también ofrece buenas interpretaciones. En particular, la madre de Julian, interpretada por Debi Mazar, aporta un toque de humor negro y de realismo a la historia. Sin embargo, la película podría haber profundizado en el pasado de Sonny y en las razones detrás de su inmadurez, lo que habría añadido una capa de complejidad a su personaje. No obstante, la película logra transmitir un mensaje poderoso sobre la importancia de ser un buen padre y de abrirse al amor, incluso cuando uno no lo espera.
Nota: 7/10