Un poeta entre reclutas (1994)

“Un poeta entre reclutas” (1988) es, con mucho, una de las perlas ocultas del cine independiente estadounidense, una película que aún hoy en día, casi cuatro décadas después de su estreno, sigue resonando con una poesía sutil y una honestidad brutal. Dirigida con maestría por Harvey Keitel, la película no es un drama bélico convencional, sino más bien una exploración introspectiva sobre la alienación, el propósito y el coste de la guerra, contada a través de la mirada de un hombre desorientado y, de alguna manera, profundamente sensible.

La película nos presenta a Bill Rago, interpretado con una fragilidad palpable por Ben Kingsley. Kingsley ofrece una actuación magistral, capturando la desilusión y la incomprensión de un hombre que ha perdido su identidad y su lugar en el mundo. No se trata de un héroe o un anti-héroe; es un hombre ordinario, un profesional del marketing que ha sido despojado de su propósito y se encuentra al borde del abismo. La elección de Kingsley para el papel es impecable; su mirada transmite una mezcla de melancolía y una inquietante calma.

Keitel, como director, evita los clichés del género militar. La película se centra en el microcosmos de la unidad de entrenamiento, donde los reclutas, en su mayoría jóvenes, se encuentran con sus propias dudas, miedos y frustraciones. La película no glorifica la guerra, sino que muestra sus consecuencias humanas más crudas, la pérdida de la inocencia y la deshumanización que conlleva el servicio militar. El tono es melancólico y contemplativo, y la película se construye lentamente, dejando que la atmósfera y los personajes hablen por sí mismos.

El guion, coescrito por Keitel y Robert Towne, es notable por su sencillez y profundidad. Las conversaciones entre Bill y los reclutas son honestas y reveladoras. No hay grandes diálogos o momentos heroicos; la fuerza de la película reside en los pequeños detalles, en las miradas furtivas, en los silencios incómodos. El uso de la fotografía, por parte de Christopher Sharp, es igualmente efectivo, creando una atmósfera visual que es a la vez sombría y poética. Los colores apagados y la iluminación natural contribuyen a la sensación de aislamiento y desolación.

Sin embargo, la película no está exenta de algunas imperfecciones. El ritmo pausado podría resultar lento para algunos espectadores, y la falta de acción directa podría descontentar a quienes buscan un thriller bélico convencional. No obstante, “Un poeta entre reclutas” es una obra cinematográfica valiosa, que ofrece una perspectiva refrescante y conmovedora sobre la experiencia militar. Es una película que te hace pensar, que te toca el corazón y que te deja con una sensación de melancolía persistente. Es una pequeña joya que merece ser descubierta y apreciada.

Nota: 8/10