“Un retazo de azul” no es una película que te deje a la deriva, sino que te arrastra con una sutileza inquietante y una fuerza emocional inesperada. La directora, Ana Fernández, se atreve a explorar temas complejos como el racismo, el aislamiento y el trauma familiar, tejiendo una narrativa que no busca simplificaciones fáciles, sino que se adentra en la ambigüedad moral y la búsqueda de la identidad.
La película se centra en la historia de Lucía, interpretada con una sensibilidad absoluta por Alba Sanz. Sanz ofrece una actuación magistral, transmitiendo con su mirada (aunque no la vea) la confusión, el miedo y la soledad que impregnan la vida de su personaje. La película utiliza con maestría el sonido y la música para compensar la ausencia de la visión, permitiendo al espectador experimentar la realidad a través de otros sentidos. La banda sonora, compuesta por Mateo Ríos, es especialmente evocadora, creando una atmósfera de melancolía y tensión que acompaña a Lucía en todo momento.
El encuentro con Javier, interpretado por el carismático y poderoso David Sierra, es el catalizador de la trama. Sierra aporta una complejidad interpretativa que va más allá de la simple interacción. Su personaje, aunque inicialmente presentado como algo cercano a un desconocido, se revela con matices, con un pasado que suscita preguntas sobre la naturaleza del prejuicio y la dificultad de juzgar a los demás. La dinámica entre ambos personajes es palpable, no solo a través de las palabras, sino también a través del lenguaje corporal y la mirada, creando un diálogo silencioso pero cargado de significado.
El guion de Fernández es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. No se basa en clichés ni en melodramas baratos. En cambio, se centra en los detalles, en la cotidianidad de la vida de Lucía, en sus pequeñas rutinas, en sus conversaciones con su madre, Ana (interpretada por una excelente Carmen López). Estos pequeños momentos, aparentemente insignificantes, contribuyen a construir un retrato profundo y realista de un personaje que lucha por encontrar su lugar en el mundo. La película plantea, sin ofrecer respuestas fáciles, la cuestión de la percepción y la construcción social de la realidad, desafiando al espectador a cuestionar sus propios prejuicios.
Aunque el ritmo de la película es pausado, lo que podría resultar tedioso para algunos, es fundamental para el desarrollo de la trama y para la creación de la atmósfera que la envuelve. La dirección de Fernández es precisa y cuidadosa, empleando la cámara de forma inteligente para transmitir la experiencia de la ceguera de Lucía, no como una limitación, sino como una forma diferente de percibir el mundo. La película no se aferra a la sentimentalidad, sino que se basa en la fuerza de la historia y en la calidad de las interpretaciones para conmover al espectador. “Un retazo de azul” es una película inteligente, reflexiva y conmovedora, que invita a la reflexión sobre la naturaleza humana y la importancia de la empatía.
Nota: 8/10