Un testigo en silencio (1994)

“Un Testigo en Silencio” (Silent Witness) es un título que evoca una sensación de aislamiento, de un mundo interior impenetrable. Y de hecho, la película de Beresford, estrenada en 1997, intenta capturar esa esencia al explorar la experiencia de un niño autista que, por desgracia, es testigo de un asesinato brutal. A pesar de la previsible temática de un psiquiatra en busca de una respuesta en la mente de un niño con habilidades sociales limitadas, la película no logra trascender el cliché y, en mi opinión, se queda en un territorio inexplorado de manera poco inspirada.

La dirección de Beresford es, en general, competente, manejando bien el tono sombrío y la atmósfera de suspense que se busca crear. Sin embargo, la película carece de una visión más profunda sobre la condición autista, relegándola a un mero elemento decorativo dentro del thriller. El uso de la cámara, a menudo enfocada en los ojos del niño, es eficaz para transmitir su mirada inusual y, en ocasiones, desconcertante. Pero la película no se adentra en las complejidades de la percepción sensorial de este personaje, ni en las dificultades que conlleva interactuar con un mundo que no comprende plenamente. Esto contribuye a una representación superficial y, en definitiva, simplificada del autismo.

Liv Tyler, en su debut cinematográfico, ofrece una actuación sorprendente y conmovedora. Su interpretación como Sarah, la psiquiatra que intenta descifrar la mente del niño, es el punto fuerte de la película. Tyler aporta una humanidad y una vulnerabilidad que contrastan con la frialdad del género, logrando conectar con el espectador a pesar de la peculiar situación. Su personaje no es simplemente la científica analítica, sino una mujer atormentada por sus propios demonios, lo que le añade una capa de profundidad a la narrativa. El resto del reparto, sin embargo, no alcanza el mismo nivel. Las actuaciones son, en general, mediocres y carecen de convicción.

El guion, como he mencionado anteriormente, es el punto más débil de la película. La trama es predecible y las motivaciones de los personajes son poco convincentes. El ritmo es lento y la resolución del caso es abrupta y poco satisfactoria. La película repite fórmulas ya vistas en otros thrillers psicológicos, sin aportar ninguna novedad ni innovación. La estructura narrativa se basa en una serie de flashbacks que, aunque sirven para revelar detalles del pasado, no logran construir una historia coherente y atractiva. Además, el guion evita confrontar los dilemas éticos y morales que surgen de la situación, optando por soluciones fáciles y rápidas.

En resumen, “Un Testigo en Silencio” es una película olvidable que, a pesar de contar con una actriz prometedora, termina siendo víctima de su propia premisa y de una ejecución deficiente. Es una oportunidad perdida para explorar el autismo de una manera significativa y para ofrecer un thriller psicológico que realmente desafíe al espectador. Es una producción que se queda a medias, sin alcanzar el potencial que, al menos en teoría, tenía.

Nota: 5/10