Un tío llamado Peste (1997)

“Un Tío Llamado Peste” es un descenso al caos creativo, una película que, a pesar de sus fallos, se aferra a la singularidad de su premisa y a la audaz interpretación de su protagonista. La película, dirigida por el veterano Ricardo Lino, se propone como un thriller de acción con elementos de comedia negra, y en ese intento, logra un equilibrio, aunque no siempre impecable, que resulta fascinante.

La trama, centrada en Pestario Vargas (interpretado por Miguel Hermoso), un estafador sin salida de tangente, es intrínsecamente interesante. La idea de un "lotería de supervivencia" organizada por un misterioso Gustav (David Sánchez) y la promesa de un millón de dólares si Pestario puede sortear una cacería letal, es lo que inmediatamente llama la atención. El guion, aunque a veces se adentra en territorios demasiado rebuscados y a veces carece de solidez argumental, posee una honestidad brutal en su presentación. No intenta justificar la locura que se despliega en pantalla; simplemente la expone, obligando al espectador a cuestionarse la moralidad de la situación desde el principio.

Miguel Hermoso ofrece una actuación magistral. Su Pestario es un personaje profundamente imperfecto, amargado, deshonesto y, a pesar de todo, profundamente humano. Hermoso no solo interpreta la desesperación y el miedo, sino que también contagia al espectador con su humor negro, su cinismo y su genuina incertidumbre. David Sánchez, como Gustav, aporta una presencia enigmática y amenazante, aunque su personaje carece de profundidad y, a menudo, se siente como un mero catalizador de la acción. El resto del elenco complementario ofrece interpretaciones sólidas, contribuyendo a la atmósfera general de tensión y caos.

La dirección de Ricardo Lino es donde la película realmente brilla. Lino demuestra un dominio absoluto del ritmo, construyendo la tensión de manera progresiva y utilizando la cámara de forma efectiva para intensificar el horror y la desesperación. Las secuencias de persecución son particularmente impresionantes, combinando efectos prácticos y digitales con un realismo inquietante. La película juega con la paleta de colores, empleando una estética visual oscura y saturada que refleja el estado mental del protagonista y la atmósfera opresiva de la historia. No se rehúye a los elementos más grotescos y violentos, pero lo hace con una estética que evita la explotación gratuita, priorizando la sensación de amenaza constante.

En definitiva, “Un Tío Llamado Peste” es una experiencia cinematográfica perturbadora y estimulante. No es una película para todos los gustos, pero aquellos que aprecien el cine visceral, la dirección audaz y las interpretaciones honestas, encontrarán en ella una propuesta original y memorable. Si bien el guion podría ser más pulido, la película compensa con creces sus defectos con una ejecución técnica impecable y una atmósfera que permanece en la mente mucho después de que termina los créditos.

Nota: 7.5/10