Un toque de infidelidad (1989)

“Un toque de infidelidad” es, en esencia, una fábula sobre la soledad y la búsqueda desesperada de conexión humana. Dirigida por Roger Michell, la película no busca la espectacularidad ni los clichés del melodrama tradicional, sino que se centra en la prosaica belleza de la amistad que florece entre dos hombres, Larry y Edward, a medida que envejecen y sus vidas se acercan a la parquedad. La historia, aunque sencilla en su premisa, invita a la reflexión sobre las decisiones que tomamos y las consecuencias, a menudo imprevistas, que estas pueden tener. La película se siente, por lo tanto, como una oda a la posibilidad de encontrar la felicidad en lugares inesperados.

Las actuaciones de Pierce Brosnan y Ciaran Hinds son, sin duda, el corazón de la película. Brosnan, con una elegancia discreta, encarna a Larry, un hombre de negocios exitoso pero emocionalmente desecho. Su interpretación transmite la melancolía y la frustración de un hombre que ha sacrificado la vida personal en pos del éxito profesional. Hinds, por su parte, aporta una profundidad y una sutil vulnerabilidad a Edward, el hombre que, en su retiro de la vida pública, se enfrenta a sus propios demonios y a la necesidad de reevaluar sus prioridades. La química entre ambos actores es palpable y crea una conexión genuina que sustenta todo el drama de la película. No es un juego de miradas intensas ni de pasión desatada; su amistad se construye lentamente, basada en la honestidad, el humor y el consuelo mutuo. La dirección de actores de Michell es impecable, permitiendo que los personajes evolucionen de manera creíble y convincente.

El guion, escrito por Frank Berry, es donde la película realmente brilla. Evita los lugares comunes del género, mostrando la infidelidad como un acto casi ritualístico, un medio para mantener la rutina, un intento inconsciente de romper con el aburrimiento y la insatisfacción. La trama, aunque lenta, se construye con cuidado, revelando gradualmente la complejidad de las relaciones de los personajes y sus motivaciones. Se presta atención a los detalles, mostrando la vida cotidiana de Larry y Edward, sus pasatiempos, sus interacciones con sus familiares y sus amigos. Esta atención al detalle no solo enriquece la experiencia visual, sino que también ayuda a comprender mejor las emociones de los personajes. El ritmo pausado puede resultar un obstáculo para algunos espectadores, pero es precisamente esta lentitud la que permite que la historia se desarrolle de manera orgánica y que los sentimientos de los personajes se hagan sentir plenamente. Es una película que requiere paciencia, pero recompensa al espectador con una reflexión honesta y conmovedora.

En definitiva, “Un toque de infidelidad” no es un drama explosivo, sino una pequeña joya cinematográfica que explora las profundidades de la condición humana. Es una película que invita a la introspección y que nos recuerda que, a veces, la verdadera felicidad se encuentra en los lugares más inesperados. Una película delicada, a ratos melancólica, pero con un corazón grande y una dirección notable.

Nota: 7.5/10